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43.5 ¿qué queda de españa en filipinas? actualidad en la red


eso queda de españa en filipinas
En otra ocasión, esta vez navegando hacia el Japón bajábamos mi mujer y yo por las escaleras del barco para dirigirnos al comedor, cuando sorprendimos a cuatro jóvenes que subían. "Vamos a saludar a estos paisanos míos", le dije a mi mujer, española de origen. Extrañada me preguntó: "¿Cómo sabes que son filipinos si ni siquiera nos han sido presentados?" Rápidamente la respondí: "Está clarísimo ¿Ves ese rótulo? Dice: Bajada solamente. Y ellos suben!". Efectivamente, eran cuatro estudiantes filipinos, que se disculparon, diciéndome que, subiendo por aquellas escaleras, se llegaba antes a sus camarotes. ¿Herencia española? Ciertamente. Los japonenes, los chinos, los coreanos, los vietnamitas o los indonesios son incapaces de semejante indisciplina. Ya nuestro héroe nacional, José Rizal, en su novela "El filibusterismo", pone en boca de un personaje español estas palabras:"¿Queréis que se abra una carretera en España? No hay más que poner un cartel que se diga: Prohibido el paso. Y por allí justamente transitarán todos hasta hacerse camino" Y añadía: "En España el día que se prohiba la virtud, al día siguiente todos los españoles, santos". Dentro de su hipérbole, las afirmaciones de nuestro novelista son de una realidad innegable. El llamado espíritu de contradicción, que no es más que el culto a la libertad personal frente a todo autoritarismo, es típicamente español. En cuanto a nosotros los filipinos, ya hace tiempo que ha venido a serlo también.
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Los filipinos abrimos los libros de derecha a izquierda, así como leemos horizontalmente de izquierda a derecha, justamente lo contrario a como lo hacen nuestros hermanos orientales. Empleamos el negro para el luto y no el blanco o el amarillo preferido en otras latitudes de Extremo Oriente. En la urdimbre de nuestras danzas y canciones juguetean los fandangos, las habaneras y las jotas, siquiera sea, en palabras del maestro español Cubiles, "con cierta pereza oriental". Nuestra gastronomía desconoce los platos exóticos de China, Japón y Corea, por ejemplo, a base de serpientes, ratas o monos. Nuestro plato nacional es el cochinillo asado, como se conoce en vuestra Segovia. Nuestra indumentaria típica es, para los varones, la camisa occidental, aunque enriquecida con bordados a mano, y, para las mujeres, la falda larga y la camisa de diseño originariamente valenciano, como lo demuestra la doctora Inés Villas, en su tesis doctoral en la Universidad Complutense, de la que fue primera doctora filipina.
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Por un decreto del que fuera Gobernador y Capitán General de Filipinas, don Narciso de Clavería, los filipinos adoptamos apellidos españoles, que son los de más del noventa por ciento de los filipinos; inclusive, hay quien obstenta como apellidos palabras españolas que no lo son; de ahí, que nos tropecemos con sobrenombres tan peregrinos como bragas, pantalón, campana, jaula, elefante y pájaro. Han pasado años desde entonces, se han sucedido los regímenes políticos, los filipinos nos hemos vuelto independientes, soberanos de nuestros destinos y, sin embargo, no hemos renegado de ese úcase español, retenemos dichos apellidos y a mucha honra. Por eso no extrañe, en un repaso de la lista de los delegados a la Conferencia Afro-Asiática de Bandung, que leamos esta reseña: Birmania - U nu; China - Chou En Lai; India - Jawarharlal Nehru; Thailandia - Wakatayakan; Indochina - Ho Chi Ming; Indonesia - Sukarno; y Filipinas - Carlos Rómulo Peña. ¿No es revelador esta singular variante filipina? Lo mismo acontece con los dirigentes de los países orientales, tales como el Emperador Akihito, de Japón; la Primer Ministro Ali Bhuto, de Pakistán, y el Presidente Suharto, de Indonesia, por citar a algunos, frente al presidente de Filipinas, que se llama Fidel Ramos Valdés, como antes lo fuera la Presidenta Corazón Aquino, sin que tengamos que remontarnos al presidente de nuestra primera República, que se llamó Emilio Aguinaldo.
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Cuando hace algunos años se presentó un proyecto de ley en nuestro Congreso Nacional para abolir la enseñanza obligatoria del español en las escuelas filipinas, comparecí en la correspondiente sesión pública, habiendo solicitado un turno en contra. El legislador que presidía la sesión, me preguntó: "¿Por qué se opone usted a este proyecto de ley? ¿Por qué prefiere que continúe la enseñanza obligatoria del español en nuestras escuelas? ¿Es que se enseña el tagálog en los centros docentes de España? Tenemos nuestro idioma propio. Cuidemos de enseñarlo y cultirvarlo, en lugar de imponer en nuestras aulas un idioma extranjero que no tiene nada que ver con nosotros. ¿No le parece a usted que llevo razón?". Le respondí entonces: "Su señoría dice bien. Tenemos un idioma propio, el tagálog, que debíamos hablar y cultivar. ¿No le parece, por tanto, que deberíamos hacerlo ahora aquí, en vez de emplear el inglés, como lo está haciendo Su Señoría? Accedió a ello, aunque no sé si de muy buena gana. Empecé, entonces, preguntándole en tagálog: ¿Cómo se llama esta prenda?". Me contestó: "Americana". Arguyo: "Perdone su Señoría, pero esa palabra es española". Y proseguí: "Señoría, cuál es el nombre tagálog de esta otra prenda?" Me respondió: "Camiseta". "Vuelva a perdonarme su señoría, pero esa palabra también es española". Y así le hice recorrer las demás prendas como pantalón, cinturón, corbata y calzoncillo, que también se llama así en tagálog.
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[Antonio M. Molina en: http://www.geocities.com/.
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