martes

navidad. fira de santa llúcia (feria de santa lucía). actualidad en la prensa

la buena asistencia de público en los primeros días anima a los comerciantes de la tradicional Fira de Santa Llúcia
la esperanza de navidad
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De entre el nuevo azulgrana Villa, al papa Benedicto XVI y el animado Bob Esponja, Adelina Fàbregas coge de la estantería de su puesto en la Fira de Santa Llúcia lo que llama el "caganer de la suerte, una de las novedades de este año", según la vendedora de 50 años que, como tantos otros por aquí, es heredera de una tradición que pasa de generación en generación desde hace más de dos siglos. "Es un nuevo caganer que se nos ha ocurrido este año para que nos ayude a todos a salir de la crisis de una vez por todas", explica la vendedora. Al parecer, el caganer de la fortuna, de aspecto mas bien clásico y carente de adornos coyunturales, también a la venta enarbolando una senyera, cumple su cometido: se está comprando estos primeros días de la tradicional fiesta navideña con cierta alegría, a 16 euros la unidad.

Con todo, lo que más vende Fàbregas son las figuras de animalitos y todo lo relacionado con el Barça, que es lo que piden los niños tirando de la manga de sus padres. Y lo que menos, las figuras de pesebre de toda la vida, las réplicas artesanales de siempre. "Era lo que hacía mi abuelo, pero ahora tienen poca salida", lamenta.

Y es que la competencia de establecimientos de todo a cien y bazares y sus artículos de plástico resulta muy dura. Una de las consecuencias de la crisis en la feria navideña más antigua de Catalunya es una cierta pérdida de protagonismo de los trabajos más delicados, como los Reyes Magos, la Virgen y san José moldeados y pintados a mano durante todo el año, que salen todos juntos por 800 euros. "Por eso estas Navidades hay muy pocas novedades -explica Juan Bonet, que ya tienen 86 años y cuatro puestos y empezó en esto a los 16 con una bicicleta-. Porque, para lo que se vende, no merece la pena arriesgarse. Está viniendo mucha más gente pero se mira demasiado el bolsillo. Es mucho mejor decidirse por lo seguro", termina, mostrando esas pequeñas bombillas que emulan el crepitar de las llamas. Uno de los artículos que mejor vende son las típicas bolas de espejo de discoteca en miniatura, ideales, asegura Bonet, para el árbol de Navidad.

"Sí, los turistas también vienen mucho. Pero son los que menos gastan -cuenta Héctor Solano en su puesto de pesebres-. Yo creo que poco a poco todo mejorará. Pero es que si antes la gente se gastaba 15 o 18 euros en el puesto, en los últimos años van a por lo más barato y, si pueden, pues se marchan después de haber desembolsado sólo 3 o 4 euros. Además, nosotros trabajamos únicamente un producto muy tradicional".

"De todas formas está viniendo mucha más gente que los últimos años -retoma Fàbregas-, sobre todo barceloneses. Las ventas no son las de antes de la crisis, cuando te pasabas diciembre sin poder parar ni para almorzar, pero yo creo que ya estamos tocando fondo. La gente mira mucho y compra poco. Compara, compara y compara... Pero hay buen ambiente. A partir de este año vamos a remontar". Y ello, añade, aunque buena parte de los clientes más fieles de Santa Llúcia, principalmente barceloneses, están de puente.

[Luis Benvenuty, LA VANGUARDIA, 7 de diciembre de 2010]

navidad. el caganer. actualidad en la prensa

"santa lucia, luntana a napule, nun se po'sta!"
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El martes, Luis Benvenuty explicada en La Vanguardia las novedades de la Fira de Santa Llúcia de este año y daba la lista de los caganers que debutan: David Villa, Benedicto XVI y Bob Esponja. Por encima de esos personajes destacaba el caganer de la suerte, que se acaban de inventar. La vendedora Adelina Fàbregas precisa: "Es un nuevo caganer que se nos ha ocurrido este año para que nos ayude a todos a salir de la crisis". Por poco bien que jueguen la estrategia, en pocos años será reconocido como tradición inmemorial. Todas las supuestas tradiciones inmemoriales se las inventó alguien, un día. Hasta el famoso gato japonés de la suerte, ese que ahora -gracias a las pilas- mueve sin parar su pata izquierda, se lo inventó alguien, durante alguna crisis eterna, dos o tres milenios atrás. La idea del caganer de la suerte es buena, pero falta saber qué lo diferencia exactamente de los normales. ¿Cuál es su especifidad? Porque sin especifidad el invento hará aguas. ¿Lleva una pata de conejo en la mano? ¿Caga sobre una herradura?

Catalanes y napolitanos compartimos siglos de historia. Por eso en ambos lugares la tradición belenista es potente. Muchas calles del centro de Nápoles rebosan de figuritas. Hará una docena de años me sorprendió ver caganers. En los carteles que los anunciaban ponía cacaneri (o caccaneri, no lo recuerdo con exactitud). Me explicaron que los fabricaban a petición de los turistas catalanes. Ellos se dedican básicamente a las figuras habituales -María, Jesús, el buey, los Magos...-, y también de profesionales: herreros, panaderos, carpinteros... Desde la época de Maradona también modelan personajes de actualidad. Berlusconi es uno de los que se repiten, estos últimos años, bien ardiendo en el infierno, bien de rodillas, implorando perdón a su esposa. Según explica una nota de Reuters, tras el caos de la recogida de basuras, este año en muchos belenes napolitanos el establo donde descansa la Sagrada Familia aparece inundado de bolsas de basura, unas sobre otras. Por ese motivo, las estatuitas -de Jesús, María, san José...- llevan máscaras, al estilo de las que llevaban muchos napolitanos para protegerse del hedor de los desechos acumulados.

Pero la guinda de los belenes napolitanos es, este año, la estatuita de Julian Assange. El héroe de los rebeldes interneros aparece de pie, con su piel frágil, su melena blanca y su portátil en la mano. ¿Cómo es posible que, aquí, a ningún pesebrista se le haya ocurrido fabricarlo, con los pantalones bajados y en cuclillas, excretando heces sobre la diplomacia muncial? Quizás el caso Wikileaks se ha precipitado en poco tiempo y todo haya ido demasiado rápido como para reaccionar, pero es innegable que Nápoles nos ha pasado la mano por la cara.

[Quim Monzó, LA VANGUARDIA, 11 de diciembre de 2010]
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