el pueblo mapuche
resistentes de la colonización largo tiempo, los mapuches se enfrentan ahora a la supervivencia de su país
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La pregunta decía: "Si usted es chileno, ¿se considera perteneciente a alguna de las siguientes culturas?". Las respuestas posibles eran: mapuche, aimara, rapanui, ninguna de las anteriores. Para sorpresa de los organizadores del último Censo Nacional de Población, llevada a cabo en 1992, la casilla correspondiente a la cultura mapuche fue marcada por 928.060 personas, el 9,6 por ciento de la población que, si se computan los menores de 14 años que no contaban para el censo, sobrepasa holgadamente el 10 por ciento. Esta cifra viene a confirmar la capacidad de un pueblo que desde principios del siglo XVI ha debido luchar contra la usurpación de sus tierras, ya sea por parte de los conquistadores españoles, los militares de la república chilena, los inmigrantes externos e internos y las compañías forestales y eléctricas.
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Mapuche en lengua mapudungún significa "gente de la tierra". En la cosmogonía de este pueblo las tierras de la Araucanía son sagradas, porque en cada bosque, quebrada, monte, río o cascada habitan los espíritus de sus antepasados y las fuerzas del bien y del mal, responsables de proteger o castigar a los vivos. La identidad mapuche, íntimamente ligada a la tierra y a la naturaleza, se une hasta confundirse con lo sagrado, representado por las divinidades y los antepasados. Es así como las tierras de la Araucanía están repletas de pitrantos, o lugares donde se manifiestan los espíritus.
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La economía de los mapuches también depende del acceso a los recursos naturales, ya que las comunidades utilizan estrategias de supervivencia que combinan la recolección de productos del bosque, la trashumancia, la fabricación de tejidos y artesanías y algunos trabajos migratorios.
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El último conflicto en que se ha visto involucrado el pueblo mapuche es la construcción de seis plantas hidroeléctricas a lo largo del río Biobío por parte de la empresa española Endesa. Una de estas represas, la de Ralco, inundará una región de bosques autóctonos y significará el desplazamiento de unos 500 indígenas de las tierras de sus antepasados. El reto de las autoridades chilenas es ahora compatibilizar las necesidades de progreso con el respecto a los derechos mapuches, cuyo proceso de aculturación está indisolublemente ligado a la pérdida de los lugares vinculados a sus vivencias más íntimas.
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[César Barba, ALTAÏR, nº 17, 2002]
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volcanes y flamencos
la corteza terrestre se rompe en Atacama y ofrece al visitante un recital de fenómenos telúricos
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La actividad volcánica es muy grande en Atacama. El volcan Láscar está activo, y desde todo el salar de Atacama se puede ver su solitario penacho de humo. Pero donde mejor se aprecia el fenómeno es en los géiseres del Tatío, a 4.500 metros de altitud, en la misma frontera con Bolivia. Conviene verlos al amanecer, cuando la tierra se convierte en una gran caldera termal que expulsa grandes columnas de vapor. Los indios llamaban a los géiseres "el viejo que llora", y sólo al estar frente a ellos puede comprenderse lo acertado del nombre. Cuando el sol se asoma sobre las cumbres de los Andes, uno cree estar en una de las terribles ilustraciones que Gustave Doré hizo para el Infierno de Dante. El frío es terrible, el paisaje monótono y desolado, y las columnas de vapor borran los contornos de las cosas. Los más temerarios pueden bañarse en unas piscinas naturales de agua caliente.
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En el Paso de las Vizcachas se ven grandes páramos donde crece la yareta, planta de forma redondeada y de color verdegris que servía de combustible para los indios. A veces sorprende el vuelo majestuoso de un cóndor en el cielo. Más abajo, las laderas de la Cuesta del Diablo están cubiertas de grandes extensiones de cactos candelabro, con sus figuras retorcidas.
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El Salar de Atacama se extiende al sur de San Pedro y tiene una extensión de 282.740 hectáreas. Es un lago cubierto por una gruesa costra de sal, por cuyos resquicios asoman varias lagunas. En algunos lugares, la blancura del salar es tan intensa que daña la vista. En la laguna Chaxa se puede ver al flamenco andino -llamado parina por los atacameños-, que tiene las piernas de color amarillento en vez de rojizas, como otras especies de flamenco. A lo lejos se extiende la Cordillera de la Sal, y más allá se pueden ver las columnas de polvo que recorren el Llano de la Paciencia. El aire es tan transparente que uno cree respirar pura luz.
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[Eduardo Jordà, ALTAÏR, nº 17, 2002]
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