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El afán de volar es tan antiguo como la humanidad, pero sólo en los últimos siglos se consiguió permanecer en el aire gracias a unos ingenios mecánicos que vencían la ley de la gravedad de una manera cada vez más satisfactoria. A finales del siglo XVIII los hermanos franceses Montgolfier, conseguían elevarse en un gran balón de aire caliente. Hoy lo llamamos globo aerostático, pero durante mucho tiempo se le conoció como montgolfier (o montgolfiera, según el original francés) en diversas lenguas. El mismo procedimiento, el de convertir en nombre común el apellido de un destacado inventor, fue el del dirigible, más conocido en su época de esplendor, en el primer tercio del siglo XX, como zepelin, por el nombre del industrial alemán Ferdinand von Zeppelin.
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Hace un poco más de un siglo que la aviación estableció sus fundamentos. Pero, ¿qué nombre había que dar a aquellos engendros mecánicos? En la hemeroteca de La Vanguardia hallamos documentos reveladores, como una información de 1906 que relata uno de los famosos experimentos del brasileño Santos Dumont en París: "Parece un juguete enorme", dice el cronista, que, ante una cosa tan nueva que carece de nombre, habla de "máquinas voladoras" y "aparatos". Lo que tiene claro es que "el aviador es el piloto de la aeronave como el aeronauta lo es del dirigible". Tres años más tarde, en 1909, el invento ha evolucionado, y con él el lenguaje, que el diario inserta ya titulares como éste: "Los aeroplanos se imponen".
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Aeroplano es una palabra del compuesto culto francés aéroplane, que se esparce por los idiomas vecinos. El inglés usa también aeroplane a la vez que airplane y muy pronto, desde 1908, la forma reducida plane. Pero hoy ningún diario habla de aeroplanos, sino de aviones. Fue otro invento francés, un aumentativo de ave que más o menos a partir de 1920 sustituyó progresivamente a aéroplane. El castellano importó la palabra sin dificultad, puesto que los aviones existían en esta lengua con mucha anterioridad. Un avión era y sigue siendo un tipo de golondrina.
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Aéroplane y avion se adaptaron a diversas lenguas europeas y son hoy palabras de uso común. El alemán, en cambio, mantiene una forma propia, surgida dentro del propio idioma y muy adecuada a los comienzos, cuando se empezaron a conocer aquellos extraños artefactos provistos de alas y ruedas. Se trata de Flugzeug, sustantivo formado a semejanza de Fahrzeug (vehículo), que literalmente se puede interpretar como "trasto que vuela".
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[Ramon Solsona, LA VANGUARDIA, 6 de agosto de 2010.
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