[Pantaleón y las visitadoras, dirigida por Francisco Lombardi, en 1999, se basa en la novela homónima de Mario Vargas Llosa (hay una primera adaptación de 1975, dirigida por el propio autor)]
elogio de la madrastra (1988)
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“…¿No es una mujer hermosa? Sí, hermosísima. Sobre todo, en este instante, cuando sus instintos han empezado a despertar, recordados por la sabia alquimia de las notas alargadas del órgano, las trémulas miradas del músico y las ardientes corrupciones que le destilo al oído. Mi mano izquierda siente, allí sobre su pecho, cómo la piel se ha ido tensando y calentando. Su sangre empieza a hervir. Este es el momento en que ella alcanza la plenitud, o (para decirlo cultamente) aquello que los filósofos llaman absoluto y los alquimistas transubstancia.
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La palabra que cifra mejor su cuerpo es: turgente. Azuzada por mis salaces ficciones, todo en ella se vuele curva y prominencia, sinuosa elevación, blandura al temple. Esa es la consistencia que el buen gustador debería preferir para su compañera a la hora del amor: tierna abundancia que parece a punto de derramarse pero que se mantiene firme, suelta, elástica como la fruta madura y la pasta recién amasada…”
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La palabra que cifra mejor su cuerpo es: turgente. Azuzada por mis salaces ficciones, todo en ella se vuele curva y prominencia, sinuosa elevación, blandura al temple. Esa es la consistencia que el buen gustador debería preferir para su compañera a la hora del amor: tierna abundancia que parece a punto de derramarse pero que se mantiene firme, suelta, elástica como la fruta madura y la pasta recién amasada…”
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Vocabulario:
turgente -> abultado, elevado.
azuzar -> incitar; excitar, estimular.
salaz -> excesivamente lujurioso y lascivo.
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la señorita de tacna (1981)
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a) Abuela.- ¿Por qué no has hecho tus maletas, Elvirita? Belisario quiere partir al alba, para llegar al muelle de Arica antes del sol fuerte. No nos vaya a dar una insolación, sobre todo a ti que tienes la piel tan blanca. (Pausa) ¿Sabes que, en el fondo, me alegro de partir? Cuando murió mi madre, después de esa terrible agonía, fue como si también Tacna se hubiera empezado a morir. Y ahora, con la muerte de mi padre, esta ciudad se me hace hasta antipática. Vamos a hacer tus maletas, yo te ayudo.
Mamaé.- No voy a ir a Arequipa con ustedes. Carmencita.
Abuela.- ¿Y dónde te vas a quedar? ¿Con quién te vas a quedar en Tacna?
Mamaé.- No voy a ser una carga para ti en la vida.
b) Abuela.- No digas tonterías, Elvira. Sabes que mi marido está feliz de que vengas con nosotros. ¿Acaso no somos como hermanas? Serás la hermana de Pedro, también. Vamos a hacer las maletas.
Mamaé.- Desde tu boda, me he pasado todas las noches esperando este momento. Desvelada, pensando, hasta que oía la cometa del cuartel de los chilenos. No puedo vivir con ustedes. Pedro se ha casado contigo y no contigo más su prima Elvira.
Abuela.- Te vienes a vivir con nosotros y se acabó. Es un tema agotado.
Mamaé.- A la larga sería un estorbo. Una fuente de problemas. Por mi culpa habría disputas entre ustedes. Algún día Pedro te echaría en cara que le hubieras impuesto cargar con una intrusa toda la vida.
c) Abuela.- Por lo pronto, no será toda la vida, porque mañana te olvidarás de lo ocurrido con Joaquín, te enamorarás y te casarás. Por favor, Elvira, hay que levantarse de madrugada. Tenemos un viaje tan largo.
Belisario (Encantado con el hallazgo, salta en el asiento).- Largo, pesadísimo, complicadísimo. En tren de Tacna a Arica. Tomar el barco en Arica y pasar dos días navegando hasta Moliendo. El desembarco allí era cosa de circo ¿no, abuela? Las bajaban a las señoras del barco a la lancha en canastas, como a las vacas ¿no, Mamaé? Y. después, la cabalgata de tres días hasta Arequipa, por sierras donde había el peligro de ser asaltadas por los bandoleros. (Se pone a escribir, entusiasmado) Ah, Belisario, y eso es lo que tú criticabas tanto a los escritores regionalistas: el color local y la truculencia.
a) Abuela.- ¿Por qué no has hecho tus maletas, Elvirita? Belisario quiere partir al alba, para llegar al muelle de Arica antes del sol fuerte. No nos vaya a dar una insolación, sobre todo a ti que tienes la piel tan blanca. (Pausa) ¿Sabes que, en el fondo, me alegro de partir? Cuando murió mi madre, después de esa terrible agonía, fue como si también Tacna se hubiera empezado a morir. Y ahora, con la muerte de mi padre, esta ciudad se me hace hasta antipática. Vamos a hacer tus maletas, yo te ayudo.
Mamaé.- No voy a ir a Arequipa con ustedes. Carmencita.
Abuela.- ¿Y dónde te vas a quedar? ¿Con quién te vas a quedar en Tacna?
Mamaé.- No voy a ser una carga para ti en la vida.
b) Abuela.- No digas tonterías, Elvira. Sabes que mi marido está feliz de que vengas con nosotros. ¿Acaso no somos como hermanas? Serás la hermana de Pedro, también. Vamos a hacer las maletas.
Mamaé.- Desde tu boda, me he pasado todas las noches esperando este momento. Desvelada, pensando, hasta que oía la cometa del cuartel de los chilenos. No puedo vivir con ustedes. Pedro se ha casado contigo y no contigo más su prima Elvira.
Abuela.- Te vienes a vivir con nosotros y se acabó. Es un tema agotado.
Mamaé.- A la larga sería un estorbo. Una fuente de problemas. Por mi culpa habría disputas entre ustedes. Algún día Pedro te echaría en cara que le hubieras impuesto cargar con una intrusa toda la vida.
c) Abuela.- Por lo pronto, no será toda la vida, porque mañana te olvidarás de lo ocurrido con Joaquín, te enamorarás y te casarás. Por favor, Elvira, hay que levantarse de madrugada. Tenemos un viaje tan largo.
Belisario (Encantado con el hallazgo, salta en el asiento).- Largo, pesadísimo, complicadísimo. En tren de Tacna a Arica. Tomar el barco en Arica y pasar dos días navegando hasta Moliendo. El desembarco allí era cosa de circo ¿no, abuela? Las bajaban a las señoras del barco a la lancha en canastas, como a las vacas ¿no, Mamaé? Y. después, la cabalgata de tres días hasta Arequipa, por sierras donde había el peligro de ser asaltadas por los bandoleros. (Se pone a escribir, entusiasmado) Ah, Belisario, y eso es lo que tú criticabas tanto a los escritores regionalistas: el color local y la truculencia.
Vocabulario:
estorbo -> obstáculo, impedimento.
truculento -> excesivamente cruel o atroz.
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el pez en el agua (1993)
1) Ese señor que era mi papá.
Mi mamá me tomó del brazo y me sacó a la calle por la puerta de servicio de la prefectura. Fuimos caminando hacia el malecón Eguiguren. Eran los últimos días de 1946 o los primeros de 1947, pues ya habíamos dado los exámenes en el Salesiano, yo había terminado el quinto de primaria y ya estaba allí el verano de Piura, de luz blanca y asfixiante calor.
Tú ya lo sabes, por supuesto dijo mi mamá, sin que le temblara la voz . ¿No es cierto?
¿Qué cosa?
Que tu papá no estaba muerto. ¿No es cierto?
Por supuesto. Por supuesto.
2) Pero no lo sabía, ni remotamente lo sospechaba, y fue como si el mundo se me paralizara de sorpresa. ¿Mi papá, vivo? ¿Y dónde había estado todo el tiempo en que yo lo creí muerto? Era una larga historia que hasta ese día el más importante de todos los que había vivido hasta entonces y, acaso, de los que viviría después me había sido cuidadosamente ocultada por mi madre, mis abuelos, la tía abuela Elvira la Mamaé y mis tíos y tías, esa vasta familia con la que pasé mi infancia en Cochabamba, primero, y, desde que nombraron prefecto de esta ciudad al abuelo Pedro, aquí, en Piura. Una historia de folletín, truculenta y vulgar, que lo fui descubriendo después, a medida que la reconstruía con datos de aquí y allá y añadidos imaginarios donde resultaba imposible llenar los blancos había avergonzado a mi familia materna (mi única familia, en verdad) y destruido la vida de mi madre cuando era todavía poco más que una adolescente.
3) Una historia que había comenzado trece años atrás, a más de dos mil kilómetros de este malecón Eguiguren, escenario de la gran revelación. Mi madre tenía diecinueve años. Había ido a Tacna acompañando a mi abuelita Carmen que era tacneña desde Arequipa, donde vivía la familia, para asistir al matrimonio de algún pariente, aquel 10 de marzo de 1934, cuando, en lo que debía ser un precario y recientísimo aeropuerto de esa pequeña ciudad de provincia, alguien le presentó al encargado de la estación de radio de la Panagra, versión primigenia de la Panamerican: Ernesto J. Vargas. Él tenía veintinueve años y era muy buen mozo. Mi madre quedó prendada de él desde ese instante y para siempre. Y él debió enamorarse también, pues, cuando, luego de unas semanas de vacaciones tacneñas, ella volvió a Arequipa, le escribió varias cartas e, incluso, hizo un viaje a despedirse de ella al trasladarlo la Panagra al Ecuador. En esa brevísima visita a Arequipa se hicieron formalmente novios. El noviazgo fue epistolar; no volvieron a verse hasta un año después, cuando mi padre al que la Panagra acababa de mutar de nuevo, ahora a Lima reapareció por Arequipa para la boda. Se casaron el 4 de junio de 1935, en la casa donde vivían los abuelos, en el bulevar Parra, adornada primorosamente para la ocasión, y en la foto que sobrevivió (me la mostrarían muchos años después), se ve a Dorita posando con su vestido blanco de larga cola y tules traslúcidos, con una expresión nada radiante, más bien grave, y en sus grandes ojos oscuros una sombra inquisitiva sobre lo que le depararía el porvenir.
(En: http://www.perubookstore.com/)
Vocabulario:
malecón -> muelle, rompeolas. Muro construido como protección contra las aguas.
vasto, a -> amplio, extenso, muy grande.
No confundir con basto, a -> áspero, sin pulir; ordinario, inculto.
folletín -> relato que se publica por partes en un periódico, revista...
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