lunes

62.2 yo y mis circunstancias. actualidad en la prensa


Macondo es un pueblo ficticio,
descrito en la novela Cien años de soledad,
del escritor colombiano Gabriel García Márquez...
*
peces de ciudad
(canta Ana Belén)

Se llamaba Alain Delon
el viajero que quiso enseñarme a besar
en la Gare d'Austerlitz.
Primavera de un amor,
amarillo y fugaz como el sol
del veranillo de San Martín.
Hay quien dice que fui yo
la primera en olvidar,
cuando en un si bemol de Jacques Brel
me perdí Dans le port d´Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad.
Pero en Desolation Row,
las sirenas de los petroleros,
no dejan reír ni volar.
Y en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan islas para naufragar
al país donde los sabios
se retiran del agravio
de buscar labios
que sacan de quicio.
Mentiras que ganan juicios tan sumarios
que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad,
que perdieron las agallas
en un banco de morralla.
Que nadan por no llorar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Macondo comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular,
surqué el cielo de Madrid,
me esperaban dos pies en el suelo
que no se acordaban de mí.
Desafiando el oleaje,
sin timón ni timonel
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan islas para naufragar
al país donde los sabios
se retiran del agravio
de buscar labios
que sacan de quicio.
Mentiras que ganan juicios tan sumarios
que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad,
que perdieron las agallas
en un banco de morralla.
En una playa sin mar.


**

mi paisaje

No puedo quejarme. He conocido a lo largo de mi vida algunos paisajes hermosísimos. Las tierras rojizas de Ítaca, punteadas por las leves sombras de los olivos, y las nieblas del Olimpo. Las cumbres gigantescas de los Andes. Las dulces colinas de la Toscana, con sus pueblos enroscados bajo la luz, y los acantilados del golfo de Amalfi, despeñándose hacia el agua tan azul. Las aterradoras arenas del Sáhara. Las selvas centroamericanas, en las que yacen enterrados restos de ciudades asombrosas. El brillante verdor de los montes alpinos. Los amaneceres ardientes junto al Nilo. Los bosques de cipreses de Hvar. La cavidad humeante del Vesubio. Las inmensidades de Brasil. El misterio de los castillos del Rin bajo la nieve. La ferocidad o la placidez de muchos mares.
*
He conocido igualmente una multitud de paisajes deslumbrantes en nuestro país. Sierras violentas y calas perdidas del mundo. Tierras de lava. Valles diminutos en los que se alza una vieja iglesia junto al tejo. Llanuras doradas sobre las que llamea el sol del invierno. Bosques de hayas que ocultan infinitas vidas. Sábanas de niebla rodeando los altos picos. Torrentes y cascadas y ríos transparentes, playas y lagos, praderas verdes y ásperos rincones resecos.
*
Todos esos lugares han dejado en mí una marca, como un resplandor de toda la belleza que cabe en el planeta. Los llevo dentro de mi cabeza, y a veces se iluminan por unos instantes, llenándome de placer, aquel crepúsculo en Benirras, la nieve sobre los jardines de Linderhof, el olor de las plantas en los montes de Creta, la visión del Aconcagua desde el aire, el mar verde y rabioso de Fécamp... Pero ninguno de ellos significa tanto para mí como este donde me encuentro, humilde, sin nombre ni presencia en los índices de espacios singulares del mundo. He venido aquí casi cada verano desde que nací. Este fue mi paraíso infantil, el ámbito de la libertad y los juegos sin fin. Aquí comenzaron mis primeras relaciones de amistad profundas y duraderas. Aquí rocé por primera vez la mano de algún chico que me gustaba, y descubrí -en los baños en el río, en los paseos en bicicleta, en las excursiones al monte- la inesperada y gozosa existencia de mi cuerpo. Aquí aprendí a disfrutar de la hermosura de los árboles, del poder de las tormentas, del vértigo de los cielos estrellados.
*
Cada una de las cosas que me rodean y de las que ahora me dispongo a despedirme ocupa un lugar importante en mi vida: las blancas formas calizas de las montañas, los robles que van invadiendo, firmes y voraces todas las laderas, los altos álamos que canturrean en el viento, los abetos que vi plantar de pequeña, el río de aguas frías en el que al atardecer se ceban las truchas, los pájaros infatigables, los pueblecitos modestos... Todo esto me transmite una energía que jamás he sentido en ningún otro sitio, el antiguo entusiasmo de los días de infancia, supongo.
*
Me quedan muchos lugares magníficos por visitar: los hielos de la Antártida, las montañas del Himalaya, las sabanas africanas, qué sé yo... Si algún día llego a ellos, seré feliz. Pero estoy segura de que ninguno de estos paisajes susurrará tantas cosas a mi alma como este que aún me rodea. Bendito seas. Y hasta el año que viene.
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[Ángeles Caso, Magazine LA VANGUARDIA, 6 de septiembre de 2009.
Imagen superior: Macondo, 2008, óleo sobre lienzo
de Héctor Mario Restrepo Salazar, en: http://www.artemajeur.com.
/Imagen inferior: Paisaje, de Doménec Pacual Badía, en: http://pintura.aut.org/]
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Vocabulario:
acantilado -> en la costa, cortada verticalmente.
despeñar -> precipitar y arrojar a alguien o algo desde un lugar alto.
yacer -> se dice de una persona, estar echada o tendida; estar enterrado.
placidez -> tranquilidad, sosiego.
cala -> ensenada pequeña.
tejo -> árbol de tronco grueso, poco elevado, color verde oscuro, hojas planas agujadas.
canturrear -> cantar a media voz.
cebar -> alimentar para aumentar de peso.
susurrar -> hablar en bajo volumen, a media voz; se dice del aire, de un arroyo... que produce un ruido suave.

1 comentario:

Numabela dijo...

"Estos días azules y este sol de la infancia..."