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61.2 portugal. actualidad en la prensa


el misterio portugués (y 2)

Quizá el origen de todo esto sea la época espléndida de la expansión marítima y del imperio, los siglos XV y XVI, en que Portugal, entrando en contacto con otros mundos del mundo, se perfiló como una novela de ensueño, inventando el realismo mágico antes de que fuera inventado. Lisboa se transformó en una ciudad muy rica: una "orgía de mercaderes", en palabras del historiador Oliveira Martins. En El burlador de Sevilla, se cuenta que existían comerciantes lisboetas que medían el dinero en fanegas, como se medía el trigo, porque no había tiempo ni paciencia para contar monedas. En los pisos bajos del Palacio Real se situaba la Casa de la India, que controlaba el comercio imperial. Y en el estuario del Tajo podían verse más de 500 naves ancladas, venidas del mundo entero. Lisboa era en aquella época lo que Nueva York está dejando de ser para que Shangai empiece a serlo.
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Al español le cuesta entender que el indigente portugués tenga una mentalidad tan aristocrática, pero así es, más por timidez que por orgullo. Resulta curioso comprobar que los lusitanos han sustituido los títulos nobiliarios por títulos académicos. A los licenciados se les trata socialmente de doctor y a los doctorados de profesor doctor, y en estas palabras hay como un eco de antiguos tratamientos de señor conde o señor marqués.
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Por lo demás, el portugués es muy barroco. Le gustan los detalles, no las estructuras. Aprecia, en todo, el talento decorativo. En un restaurante, el filete de ternera se sirve con patatas, arroz y verduras: el filete es pequeño, pero notable su séquito gastronómico. En España, los filetes de ternera son grandes y vienen con patatas fritas. Amante de las distancias y de los ensueños, perdulario y barroco, el lusitano es además muy individualista, lo que conlleva a una cierta desorganización. Portugal transmite una suave impresión de caos, parecida a la que uno siente en una tienda de antigüedades. En España reina una mentalidad más geométrica, más germánica, quizás recuerdo del esplendor alemán de los Austrias.
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La historia no basta para explicar esta manera de ser tan encantadora cuanto, a veces, exasperante. Portugal nació en el siglo XII, fruto de la ambición de una familia francesa (el primer rey portugués, Alfonso Henríquez, es hijo de un aristócrata borgoñés), que se apoyó en la nobleza que existía entre los ríos Duero y Miño. En el remolino político de la reconquista nació este pequeño Estado, que en un principio intentó crecer hacia el norte, hacia territorio gallego, formando la unión lógica del noroeste peninsular. Pero la historia no es lógica, aunque pueda ser comprensible: fracasando en su aventura gallega, la expansión del nuevo reino se hará hacia el sur. Galicia y Portugal, que básicamente son lo mismo en lo que respecta a sus raíces, se separaron para siempre, y la especifidad portuguesa se desarrolló a partir de la fusión de su raíz galaica con las culturas árabes y semíticas meridionales. (...)
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Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, la cultura portuguesa, consciente de su decadencia, ha vivido marcada por la obsesión mimética de lograr parecerse a los grandes países occidentales: la misma obsesión que existió en España, pero en el caso español esta manía imitadora se equilibraba con el amor hacia la pandereta y hacia todo lo castizo. En Portugal, casi no existe este orgullo nacional. El portugués ama demasiado lo extranjero. Las películas en otros idiomas siempre se han subtitulado. Por el contrario, España no es país de subtítulos, sino de doblajes.
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¿Cuáles son los retos actuales de la portugalidad? El lector ya se ha dado cuenta de que, en realidad, Portugal es un país invisible. Siempre lo ha sido. No posee una individualidad geográfica; sus raíces más profundas las comparte con Galicia; su propio idioma es una evolución, una mundialización del gallego. La independencia portuguesa hay que crearla todos los días. Por eso, ser portugués cansa muchísimo. Se puede ser alemán, británico o francés tranquilamente, pero sólo se puede ser portugués en la intranquilidad. Sin personalidad geográfica específica, los portugueses tuvieron que labrarse un territorio propio en la mar. Es con prodigios de este tipo que la portugalidad se ha ido construyendo. Cuando una pequeña nación se decide por un destino separado, rápidamente descubre que tiene que reinventar su independencia en cada nuevo día de su historia.
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[Gabriel Magalhâes, Cultura LA VANGUARDIA, 23 de septiembre de 2009]
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Vocabulario:
fanega -> medida de capacidad para granos. Equivale a 55, 5 litros.
estuario -> desembocadura de un río caudaloso en el mar.
filete -> loncha delgada de carne magra o pescado limpio de raspas.
séquito -> agregación de gente que en obsequio, autoridad o aplauso de alguien le acompaña y sigue. Aquí, guarnición, lo que acompaña al pescado o carne.
ensueño -> ilusión, fantasía; ideal, fantástico, maravilloso.
exasperante -> irritante, que provoca enfurecimiento, cansancio.
galaico, a -> perteneciente o relativo a Galicia.
mimético, a -> que imita por mimetismo.
castizo, a -> típico, puro, genuino de cualquier país, región o localidad.
portugalidad -> cualidad de portugués; carácter genuinamente portugués.

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