la eterna duda del número dos
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Pongamos tres ejemplos aparentemente inconexos. Un refrán: "Un médico cura, dos dudan; tres, muerte segura". Un chiste que corría durante la dictadura: el eslogan franquista "Una, grande y libre" era lógico, todo el mundo se iría a la otra. Una palabra: diteísmo. Ya se ve qué significa, pero se usa muy poco esta palabra, nos resultan mucho más familiares el monoteísmo y el politeísmo. El denominador común de los tres casos es la disyuntiva implícita, dos ideas que se contrarrestan. Una de dos, parecen exigir los enunciados. Ese es el drama del número dos, la inseguridad de quien nada siempre entre dos aguas. Es cierto que en algunas culturas simboliza la síntesis de valores complementarios o antagónicos, pero en general el dos no suscita muchas simpatías y eso se refleja lingüísticamente. En griego, primero, y en latín, después, se establecen las bases léxicas del dos en las lenguas románicas (dos, dois, deux, due, doi) y de sus derivados (dual, doble, doblar, doblegar, duplicar, doce, docena...).
El dos crea inseguridad porque sugiere dos opciones. Es un número dudoso que genera dudas. Dudamos y nos mantenemos mucho más dubitativos que frente al uno, que el número de la firmeza indudable. Las frases anteriores se podrían escribir con mayor elegancia, pero interesa remarcar la insistencia de la duda en relación con el dos. Las parejas de nombre y verbo duda, dudar; dubte, dubtar; doute, douter; dúvida, duvidar, y dubbio, dubbiare vienen todas del latín dubito (dudar) y dubius (dudoso, indeciso) y, en última instancia, del numeral duo. En efecto, desde un punto de vista estrictamente lingüístico, la duda viene del dos.
Como lengua germánica, el inglés comparte orígenes con el alemán, el holandés, el danés, el sueco y el noruego. Two (dos en inglés) y zwei (dos en alemán) proceden de una raíz primitiva común, lo mismo que twelve y zwölf (doce). Lo curioso es el inglés "duda" a la manera de las lenguas románicas, puesto que doubt es una adaptación medieval británica del francés douter. El alemán, en cambio, se vale de palabras propias pero sigue un camino paralelo. Obsérvese que Zweifel (duda) y zweilfeln (dudar) derivan del mismo numeral. Quizás sea esa incertidumbre crónica que arrastra el número dos la explicación de un dicho común a unas cuantas lenguas: no hay dos sin tres. El tres sí es un número potente. Hasta Dios es uno y trino, pero no par.
El dos crea inseguridad porque sugiere dos opciones. Es un número dudoso que genera dudas. Dudamos y nos mantenemos mucho más dubitativos que frente al uno, que el número de la firmeza indudable. Las frases anteriores se podrían escribir con mayor elegancia, pero interesa remarcar la insistencia de la duda en relación con el dos. Las parejas de nombre y verbo duda, dudar; dubte, dubtar; doute, douter; dúvida, duvidar, y dubbio, dubbiare vienen todas del latín dubito (dudar) y dubius (dudoso, indeciso) y, en última instancia, del numeral duo. En efecto, desde un punto de vista estrictamente lingüístico, la duda viene del dos.
Como lengua germánica, el inglés comparte orígenes con el alemán, el holandés, el danés, el sueco y el noruego. Two (dos en inglés) y zwei (dos en alemán) proceden de una raíz primitiva común, lo mismo que twelve y zwölf (doce). Lo curioso es el inglés "duda" a la manera de las lenguas románicas, puesto que doubt es una adaptación medieval británica del francés douter. El alemán, en cambio, se vale de palabras propias pero sigue un camino paralelo. Obsérvese que Zweifel (duda) y zweilfeln (dudar) derivan del mismo numeral. Quizás sea esa incertidumbre crónica que arrastra el número dos la explicación de un dicho común a unas cuantas lenguas: no hay dos sin tres. El tres sí es un número potente. Hasta Dios es uno y trino, pero no par.
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[Ramon Solsona, LA VANGUARDIA, 1 de agosto de 2010]
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