domingo

11.1 la palma. actualidad en la prensa

El guarda forestal fue tajante: "Si no tiene usted permiso, aquí no puede dormir". Era inútil haber llegado al Mirador de la Cumbrecita a pie aquella tarde para ver amanecer el día en La Caldera de Taburiente. Tampoco servía la excusa de que las fiestas lustrales de La Palma tuvieran cerrada la oficina de los permisos. La vigilancia antiincendios en las Canarias controla por radio las evoluciones de los excursionistas y es inflexible en lo de pernoctar en pleno monte. Saben por qué lo hacen. El sotobosque de un pinar canario apenas se distingue de un pajar. Y esas islas no suelen tener un bosque de repuesto para cuando se quema el principal.
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La Palma, con todo, es la isla más húmeda de las Canarias. El único río notable del archipiélago mana de la Caldera de Taburiente, en un paisaje de saltos y cascadas que evoca el Pirineo. Es el Axerjo, rebautizado como Angustias cuando concluyó la terrible batalla de 1493 entre españoles y guanches. Los nativos de La Palma, junto a los de Tenerife, fueron los que más resistencia ofrecieron a las tropas castellanas y los últimos en caer. Cuando toda la isla estaba sometida faltaba el señorío de Aceró, cuyos hombres se habían hecho fuertes en la inexpugnable Caldera. Tras la sangrienta batalla el jefe Tanausú se dejó morir de hambre y de tristeza en el barco que lo llevaba cautivo a Castilla. Pero el roque Idafe, el gran monolito que jalona la entrada en Taburiente, sigue en pie. Los guanches creían que si se desmoronaba sería un mal augurio para su mundo. Lo untaban cada día con leche y miel y le ofrendaban las vísceras de todos los animales sacrificados.

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