Arranca la comisión que investigará los crímenes de la dictadura que vivió el país entre 1964 y 1985
brasil, ante su verdad
El 29 de noviembre de 2010, un equipo de policías y péritos movilizados para buscar restos de desaparecidos de la dictadura brasileña encontró los primeros huesos que conformarían más de una veintena de esqueletos de cuerpos enterrados clandestinamente en una fosa del cementerio de Vila Formosa, en São Paulo. Las dificultades de identificación impidió ir mucho más allá. Más precisiones aportó el hallazgo de más de mil esqueletos en una fosa localizada diez años antes en el cementerio Dom Bosco de Perus, en la misma ciudad; decenas de estos esqueletos, muchos de ellos perforados por balas, pertenecían a exguerrilleros masacrados por la seguridad del régimen durante los años setenta (el resto eran de indígenas).
Las dos excavaciones substanciaron el desentierro material de los crímenes de la dictadura que imperó en el país sudamericano entre 1964 y 1985, mientras que sucesivos libros, entrevistas y biografías fueron revelando los testimonios de las víctimas de unos años de plomo que se cobraron más de 450 muertos y desapariciones. La última de estas aportaciones data de principios de este mes, cuando los periodistas Rogério Medeiros y Marcelo Netto publicaron las estremecedoras confesiones del excomisario Claudio Guerra; entre ellas, cómo el Departamento de Orden Político y Social, al cual pertenecía, decidió quemar los cuerpos de diez militantes de izquierda en una refinería de azúcar propiedad del vicegobernador de Río de Janeiro. Fue la manera de hacer desaparecer los restos de los dirigentes del Partido Comunista.
Pero sólo el lunes pasado Brasil emprendió el desentierro político de su pasado reciente, mediante la puesta en marcha de la comisión de la Verdad sobre la dictadura. Era lo que el país tenía pendiente para consolidar la democracia. Después de tres años de tira y afloja con la vieja guardia militar y política y con la presidencia de una exguerrillera que experimentó en carne propia la vejación de la tiranía, la nación más grande de América Latina dejará por fin de ser la única que evita los horrores de su historia reciente.
La comisión investigadora se puso a andar después de la presentación solemne a cargo de una Dilma Rouseff emocionada, que no pudo contener el llanto cuando recordó los compañeros muertos. La mandataria subrayó: "No nos mueve la venganza, el odio o el deseo de reescribir la historia de una manera diferente a cómo pasó. Nos mueve la necesidad imperiosa de conocer la verdad en su plenitud".
[Fernando García, LA VANGUARDIA, 27 de mayo de 2012 (traducido del catalán).
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