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Cuando Ismael Diadié y su padre se propusieron volver a sacar a la luz los fondos tuvieron que recorrer aldea por aldea, preguntar a los parientes lejanos y próximos hasta reunir la mayoría de los manuscritos. Algunos se perdieron y, entre los encontrados, muchos habían resultado dañados por insectos, incendios, inundaciones o una mano humana descuidada. Aún así, lograron salvar 3.000 documentos del siglo XII al XIX, la mayoría escritos en árabe, hebreo y castellano aljamiado (con carácteres árabes).

Según la memoria que redactó la Junta de Andalucía cuandos se decidió a participar en el proyecto, de esos 3.000 manuscritos que componen la biblioteca, alrededor de 300 son de autores andaluces, 100 de renegados cristianos, 60 de comerciantes judíos y el resto de temática árabe, variada. Hay textos de religión, ciencia, economía, matemáticas, medicina, filosofía o derecho. Y mucha historia condensada.

Los escritores que firmaron aquel manifiesto, que promovió Valente destacaron que en este fondo se pueden estudiar las migraciones judaicas a finales del siglo XV y comienzos del XVI, la penetración del islam en España, el destino de centenares de familias visigodas tras la caída del reino de Toledo, el exilio en África de miles de escritores andalusíes o la participación de los moriscos y renegados cristianos en los ejércitos de Al Mansur que conquistaron el Imperio de Songhay.

Para Manuel Pimentel, uno de los principales valores de la biblioteca es el camino hecho generación a generación. "Es un fondo realmente importante. Podríamos considerarla como la biblioteca colombina del desierto, se ha ido haciendo durante siglos", afirma.

(...) La Junta invirtió 120.000 euros para levantar el edificio en un solar cedido por la familia Kati. Andalucía lo impulsó como un proyecto de cooperación: "Una gota de agua en un mar de necesidades", señalan los informes de la época, en los que se argumentaba que la construcción de la biblioteca podía suponer una "caja de resonancia" que impulsara el interés por la zona.

(Reyes Rincón, EL PAÍS, 15 de julio de 2012..

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