tiempos gaseosos
Como satélites de las ciudades, los aeropuertos han ido colonizando nuevos territorios que tan bien representan la idea de la vida nómada y apresurada. Una sociedad en permanente movimiento, debidamente documentada y escaneada, ha encogido sus distancias y a la vez ha multiplicado sus frustraciones en el desafío de introducir el mundo entero dentro de una pantalla luminosa. La imagen de los aeropuertos cerrados, vacíos y silenciosos, produce más angustia si cabe que cuando están abarrotados de viajeros frecuentes, como los personajes que interpretan George Clooney y Vera Farmiga en Up in the air. Estos poseían una buena colección de tarjetas que les proporcionaban un repertorio de pequeños privilegios instalados en su rutina, buenos conocedores como eran de las tripas de los aeropuertos y del arte de sobrevivir en las moles donde abundan las colas, las maletas y la impaciencia.
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Porque esos no lugares impersonales y plastificados, definidos por el profesor Marc Augé, se erigen en metaciudades desde donde se emprende rumbo hacia las autovías del cielo. A pesar de su huella impersonal, los suelos inmaculados del aeropuerto de Singapur, o los osos disecados del Ted Stevens de Anchorage (Alaska), que se interponen entre el pasajero y su sueño en una de esas escalas afterhours, pugnan por remarcar su propia idiosincrasia. De forma temporal, los asuntos vitales pasan a ser secundarios porque todas las acciones convergen en una sola: llegar.
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Pero a veces un volcán tose y el cielo se mancha de ceniza. Contiene partículas de roca, cristal y arena. Pocas cosas hay tan sofisticadas y a la vez dañinas como el material piroplástico que ha producido el volcán de fuego deslenguado en los glaciares islandeses. Se han cerrado los cielos de Europa y cancelados millones de historias humanas. La arrogancia del poder también se ha visto afectada, abortando sus agendas y enviando a Angela Merkel a dormir a Portugal, impidiendo -como una doble fatalidad aérea- que una gran parte de mandatarios mundiales acudieran al funeral de Lech Kaczynski o dejando a la reina Margarita en su 70º cumpleaños con un buen excedente de canapés reales.
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En el 2010 se estima que habrá más de doscientos millones de vuelos al año. Un cielo superpoblado se rasgará en infinidad de bellas estelas blancas, aunque sean sus deshechos, que contribuirán a calentar aún más la atmósfera. Esas que mostramos a los niños cuando pasa un avión, como si fuera un ángel. Pero resulta que sólo es porquería, la misma que convendría minimizar con urgencia. Como deberían humanizarse los rituales de vuelo en esta sociedad que vive entre la tierra y el cielo, y que, a pesar de su higiénica eficacia y sus torres que controlan el universo, ahora ha quedado paralizada por una masa esponjosa y con formas orgánicas. Una nube de ceniza como metáfora de estos tiempos gaseosos.
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[Joana Bonet, LA VANGUARDIA, 19 de abril de 2010.
Imagen en: http://www.algunascosas.com/]
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Vocabulario:
abarrotado, a -> lleno de personas y/o cosas.
tripa -> vísceras. En este contexto, lo interior de ciertas cosas, es decir, de un aeropuerto.
mole -> cosa de gran bulto o corpulencia. Aquí, hace referencia a los aeropuertos.
deslenguado, a -> desvergonzado, desbocado.
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