amor al plástico
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Además de a las personas, se puede amar las flores, el mar, los libros, la música... Pero ¿amar al plástico? Pues sí, hay gente que ama las bolsas de plástico con desmesura. Se niega a pagar por ellas, pero las necesita desesperadamente. La polémica que suscita el propósito de hacer que se cobre al cliente la bolsa que se le entrega de muestra que se valora más la particular posesión de plástico que la preservación del medio ambiente en favor de todos.
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Hace muchos años que los supermercados Dia cobran por las bolsas, y eso no les ha restado clientela. Sencillamente, los compradores se han acostumbrado a llevar su propia bolsa. Igual sucede desde hace tiempo en todos los establecimientos del resto de Europa, mientras que aquí nos empeñamos en la rutina derrochadora e irresponsable. Aducen algunos que ellos reutilizan las bolsas, pero también es cierto que todos reutilizamos los zapatos, pongamos por caso, y a nadie se le ocurre que no tengamos que pagar por ellos.
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Seamos serios y admitamos que el acopio descontrolado de bolsas de plástico desemboca en una insostenible contaminación del medio ambiente. Sólo en Catalunya, cada semana se consumen más de 10 millones de bolsas. A los compradores concienciados les duele el alma al contemplar cómo el parroquiano que les precede hace acopio de ellas con la alegría de aquel al que nada le cuestan en dinero, obviando cuánto le cuestan en contaminación. Volviendo a los zapatos, si fueran regalados habría quienes usarían un par distinto cada día, hasta que no les cupieran en el armario y tuvieran que tirarlos.
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Dejando de lado las hipérboles, los únicos que pueden temer el cobor de las bolsas y el retorno al hábito de ir a comprar con un cesto son los fabricantes. Que la Administración se haya echado atrás en la obligatoriedad de pagar por cada bolsa quizás se deba a la presión de aquellos. No obstante, más temprano o más tarde tendrán que expandirse hacia otras manufacturas, sea la fabricación de cestos para la compra y bolsas de tela para el pan, sea otra industria cualquiera más sostenible. La sustitución de unos productos por otros constituye una constante en la historia, y el uso del plástico, por lo demás, tan útil en tantos aspectos, tendrá que ocupar estrictamente el lugar preciso y no excesivo que le corresponde.
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[Eulàlia Solé, LA VANGUARDIA, 12 de diciembre de 2008]
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