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112.3 el origen de las palabras. actualidad en la prensa


los esclavos felices

Esta es una historia de esclavos con un final feliz. Empieza en el oriente europeo con los pueblos que se llamaban a sí mismos slovenin. De ahí viene eslavo, una palabra que hoy designa a un conjunto de pueblos y un grupo de lenguas y que es también la base etimológica del país llamado Eslovenia.

Durante el imperio bizantino, cuando Constantinopla era la capital del mundo, al conjunto de pueblos eslavos se les llamaba sklabenoi en griego bizantino y sclavus en su versión latinizada. Nótese que hablamos de un latín tardío, muy posterior a la época dorada de Roma, una ciudad, por cierto, llena de esclavos que nunca se habían llamado así. Los romanos utilizaban la palabra servus. Inicialmente no tenía connotaciones de humillación el sclavus que comentamos. Fue a mediados del siglo X, cuando el emperador germano Oton I derrotó y sojuzgó a una parte de los eslavos, cuando el lenguaje identificó pronto al sclavus con una persona sometida a la voluntad de otra. ¡Nada menos que todo un pueblo convertido en la antonomasia del esclavo! A través del francés esclave, la palabra se propagó a diversas lenguas europeas. Esclavo llegó a significar a la vez siervo y un gentilicio, y en el siglo XVII el castellano todavía llamaba Esclavonia a lo que hoy es aproximadamente Eslovenia.

La redención de los eslavos-esclavos llega por la vía etimológica más insospechada, la de la cortesía. En todas las lenguas, la buena educación recurre a exageraciones generalmente obsoletas del tipo su seguro servidor, a la orden, a mandar, para servir a Dios y a usted, o la untuosa despedida póngame a los pies de su señora. Idéntico servilismo verbal es el soy vuestro esclavo, una fórmula que se usó en veneciano, en la que schiavo (debe leerse como shiavo) se desgastó por el uso y la frase se fue reduciendo hasta quedar sólo en ciao. Esa es hoy una palabra que en italiano sirve tanto para saludar como para despedirse.

Salutaciones y despedidas como hola y adiós están repletas de cruces históricos entre lenguas y culturas. También ciao, como acabamos de ver. Cabe reseñar además que no es una palabra reducida al italiano. En la mescolanza lingüística de hoy, se puede decir ciao con naturalidad en cualquier parte del mundo. Pero hay lugares en que este saludo lleva tanto tiempo que ya figura en los diccionarios. Nos resulta muy familiar el chao o chau tan habitual de argentinos y uruguayos, pero también el chau de los portugueses, el tchao de los franceses o el tschar de los alemanes, suizos y austriacos. Ciao a tutti.

.[Ramon Solsona, LA VANGUARDIA, 22 de agosto de 2010.
 imagen by Joel Nakuro©2010]

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