sábado

111.1 esos bancos feroces. actualidad en la prensa


cocodrilos

Hemos leído que un columnista de referencia del Financial Times, llamado Wolfang Munchau, no entiende que los precios de nuestras casas no bajen para que la burbuja se desinfle de una vez. "Todavía no he escuchado ningún razonamiento inteligente de por qué los precios de la vivienda en España deben ser más altos hoy que hace diez años", ha dicho. Nada más lejos de nuestra intención de tratar de dar una respuesta a la altura de sus expectativas intelectuales a un señor de semejante espesor analítico. Pero hay algunos hechos, completamente de andar por casa, valga la redundancia, que podríamos comentar. Una respuesta simplona recogida a pie de calle, en la cháchara de un patio de vecinos, fruto del desahogo de algunos particulares y las confesiones de algún agente inmobiliario asqueado. Pesquisas alrededor de la observación del entorno, dicho de un modo más científico.

Aquí, el precio de las casas no baja porque la gente no se compró una casa, sino una hipoteca como un piano. O como un cocodrilo hambriento. Nos referimos a las viviendas de compraventa de particulares, adquiridas en los años del boom -otra cosa son las que pertenecen a constructoras o las que se compraron antes, cuando los precios estaban por los suelos-, dentro del millón de inmuebles vacíos que tiene el stock de nuestro país. Gentes que no pueden bajar el precio de venta de su propiedad porque tienen que devolver, con creces, la cantidad estratosférica que costó su adquisición. Y que el banco les prestó como quien presta un chupachups. O una trampa para ratones.

Entonces, aunque nada nos exime a estos particulares de la inconsciencia y el desenfreno que nos llevó a atraparnos en semejante ratonera, a estas alturas de la partida, el asunto de los precios caros en el mercado inmobiliario no parece ya una cuestión de codicia o chulería. Sino de supervivencia. Al menos, en una buena parte de los casos. Como es sabido -y está sacando a relucir algún partido político, haciendo su trabajo-, la entrega de la vivienda al banco, por impago, no zanja la deuda. El cocodrilo quiere más, y el desahuciado, por si aún no se ha enterado de lo que vale un peine, sigue perseguido por su inmenso acreedor.

Así las cosas, la única manera de recuperar la economía familiar sostenible, ahogada por la precariedad laboral y los vaivenes de los tipos de interés, pasa por revender la casa prácticamente por el mismo precio desorbitado por el que se adquirió. Asunto igualmente dudoso y cada vez más difícil, ya que estos particulares endeudados se ven obligados a competir con los precios, cada vez más bajos, con que los bancos sacan a la venta las casas que les devuelven los particulares ya morosos. De lo que se deduce que los bancos se pondrán las botas vendiendo, a bajo coste, las casas de las familias que no han podido resistir el alto coste que deben a los bancos. Parece lioso porque lo es. Como los buenos timos. El caso es que, quizás, dentro de un tiempo, el señor Munchau podrá ver cómo el mercado inmobiliario de nuestro país alcanza unos precios mucho más asequibles, gracias a la ruina de un número de familias sin determinar.

Mientras llega esa hora, el empecinamiento en los precios altos de las casas de los particulares es una forma de resistencia. Mala cosa, claro. Porque aunque no lo parezca, aquí estamos todos en el mismo barco o charco. Y el propio Munchau alerta sobre esta cadena de desaguisados en que el aumento de tipos que se avecina, y subirá las cuotas de las hipotecas que incrementarán el número de morosos, afectará al balance de las entidades bancarias y acabará -según una corazonada suya- forzando a España a buscar el temido rescate de sus socios. ¿Es muy iluso preguntar si no habría una manera de sanear las cañerías desde abajo, rescatando antes a las familias de las fauces de nuestros propios cocodrilos?

. [Clara Sanchis Mira, LA VANGUARDIA, 15 de abril de 2011. Imagen en: http://www.elblogdelcontable.com/]

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