sábado

103.1 la encrucijada egipcia (I). actualidad en la prensa


Detenciones arbitrarias y agresiones a la prensa extranjera
la hora más oscura de el cairo
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Los soldados nos empujaban con violencia al pequeño vehículo blindado en las puertas de su miserable cuartelillo. Hombres desarrapados, con las cabezas ensangrentadas y desnudos pies sucios, con brazos vendados y rostros de miedo, se hacinaban en su interior. Yo me reclinaba sobre las rodillas de un árabe extranjero con todo su cuerpo magullado que cuando arrancó el vehículo me pidió el teléfono móvil para llamar a su familia de Sudán. Antes de poner en marcha el motor, encolerizados cairotas golpeaban amenazadoramente con fuerza la carrocería para amedrentarnos. Queríamos salir rápidamente de esta esquina, muy cerca del hotel Ramsés Hilton, para no ser linchados o apedreados por esta turba. Estábamos en manos del ejército sin saber adónde nos llevaban.

Cuando observaba las goyescas escenas de adolescentes que con hondas lanzaban sus piedras en dirección del Museo Egipcio, de bandas juveniles que hostigaban a los lejanos grupos de los manifestantes de la oposición de la plaza Tahrir, que de pronto corrían en despavoridas estampidas por el puente 6 de Octubre del Nilo, quizás ante un amago de corto avance de un carro de combate del ejército cuyos soldados siguen sin disparar en medio de esta batalla tribal, un hombre corpulento me cogió por el cuello, arrastrándome con rabia hasta el cuartelillo, arrebatándome el pasaporte y el cuaderno, y apoderándose de mis gafas para romperlas. Un grupo de gente miserable empezó a rodearme, golpeándome la cabeza y la espalda, tratando de vaciar mis bolsillos al grito de "¡israelí, israelí!". Eran salvajes dispuestos a lincharme.
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En tantos años de vida arriesgada en Oriente Medio nunca sufrí una tal sensación de pánico y de desamparo. ¿Cómo era posible que en Egipto, en el Egipto de antiguas civilizaciones y costumbres cosmopolitas o por lo menos acogedor trato para los extranjeros, tierra predilecta de turistas, pudiesen comportarse con esta bárbara violencia? Me introdujeron por un desvencijado portón con rejilla a un patio sucio sobre el que yacían cuerpos de hombres de ensangrentadas heridas, de hombres que gritaban de dolor o rezaban humillados. Con frecuencia abrían el portón para traer más detenidos, no sólo árabes, algunos de ellos harapientos, sino también periodistas extranjeros a los que habían arrebatado sus cámaras fotográficas. En un rincón de este inmundo cuartelillo, los enfermeros restañaban las heridas de los atemorizados sospechosos con botiquines de campaña.
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[Tomás Alcoverro, LA VANGUARDIA, 4 de febrero de 2011.
Imagen en: http://www.viajaraegipto.es/]

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