verbo (pretérito)
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en el primer párrafo, en azul, el pretérito perfecto o indefinido, en verde, el pretérito imperfecto
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gafas
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No reparé en la cara de mi marido hasta el cabo de un buen rato. Supongo que estuve zascandileando por la casa ocupada en distintas cosas desde que entré por la puerta con las bolsas. Debí de saludarle por encima, a lo mío. Mientras me quitaba los zapatos y el traje de chaqueta con tantas preocupaciones zumbándome en las orejas. Despidos, dudas, inseguridad. Picores laborales y de la vida. Imagino que supuse que estaría leyendo el periódico. No es fácil pensar que tu marido pueda estar siguiendo tus movimientos después de tantos años. Pero cuando me senté a su lado a beber un vaso de agua, lo vi. Me miraba intensamente y llevaba unas gafas raras. ¿Y esas gafas?, le dije sintiendo que me taladraba el entrecejo con una aguja y me sorbía el aliento de un lametazo. Son mis gafas nuevas con efecto photochup incorporado, dijo, te dan un aspecto luminosamente terso. ¿A mí?, dije. A todo, murmuró girando mi barbilla hacia la luz con dos dedos, como si fuera la primera vez que me veía en su vida.
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Estuvo toda la cena mirándome con la misma sonrisa idiota. ¿Es que antes no te gustaba mi cara?, me decidí a preguntar llevándome los trozos de comida a la boca sin atragantarme. Me gusta cómo mordisqueas ese atún, dijo, sin un solo frunce entre los labios. En el mundo están pasando cosas, suspiré, debería darte vergüenza perder el tiempo con juguetitos. ¿Has decidido ya si vas a hacer la huelga, por ejemplo?, me revolví, ¿has pensado lo que pasará si te despiden, por ejemplo? ¿Puedes repetir esa frase girando la cara hacia la izquierda?, dijo completamente ido. No me puedo creer que te dediques a retocar mi cara como si fuera la foto de una de esas modelos imposibles, con la que está cayendo. No lo hago exactamente yo, respondió, es un sensor en las lentes. ¿Es que sin esas gafas te parezco mal?, salté. No es eso, dijo, se trata sólo de disfrutar de los avances tecnológicos y transformar la visión de las cosas a tu libre albedrío. Ah, ¿y cómo me ves?, me inquieté. Repulida, contestó. No sé si me gusta estar repulida, dije con muy mal tono. Pero él no parecía percatarse de mi brusquedad. Eres suave como un ala de mariposa, soltó con los ojos chinos y una cursilería repugnante. ¿Yo?, vomité. Esas gafas te están afectando al cerebro, rugí, y son un insulto. Hasta tu voz me parece más tersa, háblame más, ronroneó. A mi eso ya me pareció el colmo, y me levanté de la mesa soltando exabruptos, con el atún medio escupido, que te quites esas gafas de mierda, imbécil. Pero él me contemplaba cada vez más tierno, recibiendo mis insultos como caricias finas, dócil, desde su mundo pulimentado del efecto photochup.
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Cuando se durmió con la lámpara de la mesita de noche encendida y las gafas puestas, aún sonreía. Se las quité con cuidado para no despertarlo. Y me las puse, Contemplando mis manos a través de las lentes noté que podía alargar mis dedos o incluso reconducir la curva de mis uñas, al antojo de mis deseos con la facilidad de un movimiento de aire que escapaba casi de mi control. Apenas el esbozo de un deseo actuaba sobre mi propia piel. Difuminé primero las pequeñas arrugas de los nudillos, limé las venas demasiado marcadas del dorso, poco a poco, jugando con la tentación de arrastrar el tiempo. Alcancé las manos del recuerdo de la primera juventud, las lijé luego hasta la adolescencia, hasta llegar a las de muy niña, y cuando alcancé las de bebé, borrando incluso las huellas dactilares y las líneas de la vida, incluso al verlas así, brotando de mis brazos completamente impropias, no me asusté. Porque también mis sensaciones se atenuaban. Con el ánimo bien tibio, el discernimiento licuado, las preocupaciones lamidas y, en definitiva, cualquier conflicto alisado, dejándome ir en la mecedora de todo lo que hubiera a mi alrededor, me dije: "Que hagan de mi lo que quieran". Y suspiré.
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[Clara Sanchís Mira, LA VANGUARDIA, 17 de septiembre de 2010.
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Vocabulario:
zascandilear -> vagar de un lado a otro sin hacer nada de provecho.
zumbar -> producir algo, un ruido o sonido continuado y sordo. Me zumban los oídos. Pero también ir deprisa: me voy zumbando a clase.
taladrar -> perforar, horadar; herir los oídos con algún sonido agudo.
lamer -> pasar la lengua por algo. lametazo -> lamer + -azo -> acción de lamer con fuerza.
fruncir -> arrugar la frente y las cejas en señal de preocupación, mal humor...
con la que está cayendo -> expresión coloquial, que hace referencia a una situación adversa, a la que uno parece estar o querer estar ajeno. Te entretienes en tonterías, en cosas poco importantes, con la que está cayendo fuera.
saltar -> aquí, manifestar algo bruscamente, como reacción a alguna cosa.
libre albedrío -> capacidad de actuar según el propio gusto o voluntad.
cursi -> quien pretende ser elegante y/o refinado sin serlo, resultando ridículo.
ronronear -> producir una especie de ronquido, demostrando que está a gusto o contento.
antojar -> desear algo de forma pasajera, puntual, caprichosa.
nudillo -> articulación de los dedos, donde se unen los huesos que los componen.
tibio, a -> templado.
mecer -> mover rítmica y lentamente algo que vuelve siempre al punto de partida. mecedora -> silla que descansa sobre dos arcos, para mecerse.
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