tío pepe
A primeros de mes se supo que la multinacional Apple condicionaba su instalación en un edificio de la Puerta del Sol de Madrid -el del antiguo hotel París- al hecho de poder quitar de la azotea el rótulo luminoso de Tío Pepe. Se trata de aquel rótulo que hemos visto mil veces, pasando por delante o en retransmisiones.
A la izquierda está la botella de jerez con el sombrero cordobés y la chaqueta corta -ambos de color rojo- con los brazos en jarra y una de las manos sujetando una guitarra amarilla. En la parte superior del rótulo se lee "Tío Pepe" en letras grandes y blancas. Debajo, "sol de Andalucía embotellado" en rojo. Debajo de todo, en verde, "González Byass".
Con el paso del tiempo, la botella con sombrero y chaquetita se ha convertido en una de las marcas más acertadas de la historia de la publicidad española, y se equivocan los que se esfuerzan en encontrar connotaciones franquistas. No hay. El rótulo se instaló en los años treinta, durante la República, y hasta que lo quitaron ahora hace unos meses, ha sido uno de los grandes iconos del paisaje madrileño.
No sé quién es el encargado de las relaciones públicas de Apple, pero esta negativa a mantener el rótulo no es una estrategia hábil. Se entiende que quieran que el edificio donde se instalen respire Apple por los cuatro costados, pero entonces quizás tendrían que haber escogido otro que no estuviera condicionado por este rótulo histórico. Me parece una torpe estrategia, a pesar de que, muy probablemente, a Apple, que gasta siempre ese aire de superioridad medio sectario, tanto le da. Dos semanas más tarde de la noticia inicial -que no volvería al edificio del antiguo hotel París- se ha sabido que otros edificios de la Puerta del Sol se han ofrecido a alojarlo en su azotea.
Mucha gente se piensa que los grandes monumentos de las ciudades son las estatuas de poetas, presidentes, generales y toda la mandanga, y olvidan que los rótulos significativos -luminosos o de metal- conforman también la personalidad. Imaginamos que Apple alquilara el edificio de la óptica Cottet en el barcelonés Portal de l'Àngel y decidiera quitar el gran termómetro que hay. Lógicamente, la respuesta ciudadana sería inmediata. Quitarlo sería una barbaridad. Pues la misma barbaridad debe de ser quitar el rótulo de Tío Pepe de la Puerta del Sol, y por eso es una buena noticia que vuelva, aunque sea en otro edificio.
En Berlín, el respeto por los rótulos es tan grande que aquellos normales y corrientes que forzosamente tienen que desaparecer de la vía pública -los más humildes; nada que ver con el termómetro de Cottet o el Tío Pepe madrileño- van a parar al Buchstaben Museum, el Museo de las Letras, que acoge todos los que descuelgan de los edificios y tienen importancia tipográfica. Ich bin ein Berliner!, dijo un día Kennedy en una arenga. A diferencia de él, muchos no tenemos que hacer ver por razones políticas que nos sentimos berlineses, pero, por detalles como este museo, daríamos lo que fuera por serlo.
[Quim Monzo, LA VANGUARDIA, 21 de junio de 2012 (traducido del catalán).
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