LUIS: Oye, Dolores, ¿por qué no planteamos eso que me has dicho?
DOLORES: No sé, Luis, no sé, me da vergüenza.
LUIS: Pues no te la ha dado decírmelo a mí.
DOLORES: Veréis, hijos, ahora que no está tu marido, hija, y perdóname Manolita, pero supongo que habréis notado que cada día traigo menos comida a la mesa.
LUISITO: Sí, ayer habían muy pocas lentejas, pero no me extraña, cada vez hay menos comida.
LUIS: Pero la ración que dan con las cartillas es siempre la misma, ¿hum? Tu madre pone siempre en la cacerola la misma cantidad, y sin embargo, como tu acabas de decir, en la sopera cada vez hay menos.
DOLORES: Pues que como su madre entra y sale constantemente de esta casa y la pobre mujer está como todos muerta de hambre, yo no sé si... de vez en cuando, no... mete la cuchara en la cacerola.
MANOLITA: ¡Mamá!
DOLORES: El hambre, hija, el hambre. La verdad es que las lentejas desaparecen.
LUIS: Bueno, decid la verdad ¿eh?, lo que creáis pero sin miedo alguno, porque a mí no me importa nada soltarle a la pelma cuatro frescas, porque ya está bien de que encima la sentamos todos los días a nuestra mesa...
MANOLITA: Aporta lo de su cartilla.
DOLORES: ¡Faltaría más!
LUIS: Muy bien, aporta lo de su cartilla. Y nosotros tenemos lo de nuestra cartilla más el suministro que nos dan a Luisito y a mí en la oficina y tú, además, comes todos los días con los vales que te dan en el teatro. Y si encima viene a meter la cuchara en la cacerola...
DOLORES: No, hijo, no, una cucharadita no puede notarse, no, Luisito.
LUIS: Pero tú, al probar las lentejas cuando las estás haciendo también te tomas una cucharada, ¿no?
DOLORES: ¿Y eso qué tiene que ver? ¡Tengo que probarlas! Lo hago con una cucharita de las de café.
LUIS: Claro, como ésas ya no valen para nada...
DOLORES: Manolita, ¿Hija, qué te pasa?
MANOLITA: Soy yo, soy yo, no le echéis la culpa a esa infeliz. Todos los días, antes de irme a comer, paso por la cocina y me tomo una o dos cucharadas. Sólo una o dos. No pensé que pudiera notarse. No lo hago por mí, os lo juro. Lo hago por el niño... Estoy seca, mamá, estoy seca... (llora)
DOLORES: Hija mía...
MANOLITA: El otro día le tome el pan al que comía a mi lado y era un compañero, Mamá, un compañero. Menuda bronca se armó entre el camarero y él.
DOLORES: Hija, hija ...
DOLORES: Os dais cuenta, ¡tres cucharadas!
LUIS: Claro, y la tuya, cuatro, Dolores, y dos de Julio y su madre, seis.
MANOLITA: ¿Julio y su madre?
LUIS: Claro, son tontos pero el hambre aguza el ingenio. Contabiliza, contabiliza, siete cucharadas, porque Manolita también se toma la del niño.
DOLORES: ¡Siete cucharadas! Pero si eso es todo lo que pongo en la tacilla. Si no dan para más.
LUIS: Pero no lloréis por favor. Pero no lloréis, pero qué más da, pero si no pasa nada, si ya lo dice la radio, no pasa nada. Pero qué más da que nos tomemos las lentejas en la cocina o que nos las tomemos en el comedor. Nosotros somos los mismos. Las cucharadas son siempre las mismas.
MANOLITA: ¡Qué vergüenza!, papá, ¡qué vergüenza!
LUIS: No, Manolita, no, qué vergüenza, no... ¡Qué hambre!
DOLORES: ¡Que llegue la paz, que llegue la paz! Si no vamos a comernos unos a otros...
"No ha llegado la Paz, ha llegado la Victoria". En la frase final de la película Las bicicletas son para el verano, en un diálogo entre el padre con su hijo, se puede resumir lo que fue la guerra civil española (también otras), en las que siempre, tanto vencedores como vencidos son perdedores. Es el comienzo de una nueva etapa, el franquismo. La guerra duró tres años y la Victoria, cuarenta.
(...) se intenta reflejar lo que supuso la guerra para los civiles que vivían en las grandes ciudades españolas o en sus inmediaciones: la esperanza de que pronto terminaría todo, la dureza de la vida en las calles y en las familias, la picaresca para conseguir alimentos y la habilidad para sobrevivir, algunos a costa de otros, se presenta como uno más de los desastres de la guerra que, cuando finalizó, abrió una nueva puerta a la desgracia de muchos.
Película que impresiona por su realismo, la interpretación, con mucha sensibilidad y humanidad, de sus actores, algunos de ellos estereotipos de personajes que lucharon, o sobrevivieron en el Madrid sitiado durante la guerra, por la sutileza con que va trasmitiendo el tremendo drama de la guerra civil a través de la vida cotidiana de una familia madrileña, por el humor con el que se desarrolla, muy creíble en aquellos momentos, a pesar de la tragedia que se está viviendo.
[En: http://www.uhu.es/]
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