miércoles

47.4 palmeras y pozos artesianos. actualidad en la prensa

valle de ricote y otros espacios. murcia
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Algo similar ocurre con las zonas desérticas de la vecina provincia de Murcia. Las bad-lands o tierras malas que afloran en los valles del río Mula, en la comarca del Noroeste o en Abanilla y Fortuna, unido al efecto de pantalla que hacen las sierras de Cazorla y Segura ante las corrientes húmedas que llegan del oeste, dan forma a un paisaje en el que la referencia al belén navideño es inevitable. Palmeras, pozos artesianos, caminos polvorientos, rebaños de cabras ramoneando cualquier cosa comestible y cauces secos, son las características de la Murcia agostada, en contraste con el verde lujurioso de los valles, en los que las huertas de limoneros recuerdan vagamente el tópico de lo que un día fue pomposamente llamado la huerta de Europa.
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Ricote es un buen ejemplo. El valle fue el último reducto morisco de la Península, ya que antes de la toma de Granada una comisión de mudéjares del Reino de Murcia obtuvo permiso de los Reyes Católicos para seguir cultivando aquellas tierras, tal como lo habían hecho durante siglos sus antepasados. Y allí siguieron hasta que la intransigencia de Felipe II les obligó a abandonar sus hogares camino del exilio, en 1614.
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Quien visita el valle por vez primera es invadido por la sensación de que aquellos moriscos no sólo dejaron en herencia sus sistemas de regadío o sus técnicas de cultivo, sino que con su presencia dieron forma también al paisaje otorgándole un aspecto más propio de un oasis de Arabia que de un rincón europeo. Un tapiz verde y húmedo del que sobresalen centenares de palmeras y azarbes que llevan el murmullo del agua hasta el último de los rincones del vergel. Una lengua contínua, estrecha y llena de color engarzada sin transición a las colinas ocres y resecas que cierran el valle, en las que no crece una brizna de hierba y no hay más vida que la de las lagartijas, que indolentes, se desperezan bajo el abrasador sol murciano. Una postal que bien podría haberse tomado en un oasis sahariano.
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Otro espectacular desierto murciano era la rambla de Algeciras, en Librilla, pero por desgracia una presa de contención para las avenidas ha acabado con uno de los mejores ejemplos de rambla de erosión del sureste español. En la costa aparecen, las zonas pizarrosas de Calblanque y Puntas de Calnegre. Calnegre es un parque natural cuyas privilegiadas playas ya registran un buen grado de saturación en verano. Puntas de Calnegre, uno de los lugares de más baja pluviometría de la Península, es la zona más virgen de todo el litoral mediterráneo. La ausencia de carreteras y núcleos habitados, la extremada sequía, sus calas, y sus playas desiertas han hecho de Calnegre un lugar idílico para todo aquel deseosos de olvidarse del mundanal ruido.
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[Imagen: Valle de Ricote, en: http://disfrutadelvalledericote.blogspot.com/]

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