(Loles León: "yo soy Fulana de tal...")
fulano, mengano, zutano
Fulano de tal, Fulanito y Menganito, un fulano, una fulana... El manejo de la palabra fulano se aprende con el uso. En unas ocasiones puede tener valor despectivo y en otras designa simplemente a una persona cuyo nombre se desconoce a ono viene al caso mencionar. ¿De dónde vienen fulano y la coletilla mengano y zutano?
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Fulan significaba este hombre en árabe y pasó al castellano medieval como fulán con el valor de alguien, un tal. Luego se convirtió en fulano primero en español y luego en portugués, y en ambas lenguas se le añadió una especie de eco constituido por la palabra que unas veces era citano y otras çutano. Y el eco se alargó con mengano. Se sospecha que zutano y mengano tienen también un origen árabe, pero no está claro. En este tipo de construcciones prevalece la expresividad sobre el significado, como demuestra la cohesión fonética de fulano, mengano y zutano. La rima es tan marcada que la serie se prolonga incluso con otra palabra de sonoridad semejante y sin carga semántica ninguna: perengano. Así pues, el árabe fue la semilla que engendró dos árboles de la misma familia: fulano, mengano, zutano y perengano (español), y fulano, sicrano e beltrano (portugués).
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Fulano de tal tiene una correspondencia interesante con el italiano. Se trata de tizio, que tiene, como fulano, flexión de género y número. Tizio es en realidad un nombre de persona de raíz latina que usaban los juristas medievales para referirse hipotéticamente a una persona indeterminada. Y Tizio se juntó con otros nombres de evocaciones latinas del ámbito jurídico para formar una serie equivalente a fulano, zutano y mengano. En italiano es Tizio, Caio e Sempronio.
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Hinz und Kunz es el equivalente directo en alemán. Hinz es una forma reducida de Heinrich, y Kunz, de Konrad, nombres bastantes comunes. Lo mismo que la serie inglesa Tom, Dick and Harry (Thomas, Richard, Henry), usada ya por Shakespeare con alguna variante. Every Tom, Dick and Harry significa uno cualquiera, todo quisque. El catalán usa también nombres corrientes y casi gemelos (Pau, Pere) que forman otra serie en que aparece un tercer elemento arbitrario para reforzar la sonoridad. Son en Pau, en Pere i en Berenguera. Nos hemos ido por las ramas. Del germen árabe hemos ido a parar a construcciones que tienen un claro paralelismo entre diversas lenguas. Algún camino subterráneo debe de haber entre ellas que explique las semejanzas. Camino que, sorprendentemente, se salta el francés.
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[Ramon Solsona, LA VANGUARDIA, 9 de agosto de 2010)
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