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67.1 fallece josé luis lópez vázquez. actualidad en la prensa


adiós a ese señor de negro

López Vázquez fue el icono cinematográfico de una sociedad briosa y lúgubre
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No es un tópico señalar que el rostro de López Vázquez -fallecido ayer en Madrid a los 87 años-, con su eterna alopecia y su espeso bigote, era un icono. Literal, un icono de la cultura pop -dicho en el mejor sentido, el de la cultura que trasciende porque empapa y penetra- que ha acabado plasmado, entre volutas psicodélicas, en las camisetas más cool del momento. Es paradójico que los motivos por los que se convirtió en la imagen misma de un país y de una época son los mismos por los que él pensaba que no podría ser actor: tenía un físico vulgar. Cara de nadie. Pero no era exacto, en sus vivarachos ademanes asomaba con frecuencia Groucho Marx y, convertido ya en cómico total, este fecundo madrileño se dejó querer por ese eco.
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Groucho era un cómico del absurdo y del exceso. Había en él mucho de la esquizofrenia de la sociedad norteamericana de entonces, un desdoblamiento hipercapitalista, por así decir, un furor materialista atolondrado y al tiempo un desdén ludista (y lúdico) por la propiedad privada. López Vázquez practicó una comicidad también esquizoide pegada a su sociedad contemporánea. Porque, en tanto que icono, nunca fue los cerca de trescientos personajes que interpretó, sino uno sólo, que podemos llamar Lopezvázquez -todo junto, como siempre se ha dicho-, imagen del español medio desde el desarrollismo a la democracia, de sus tribulaciones en épocas de carestía, de su vigor para salir adelante y de sus muchas debilidades.
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Hay en la extensa carrera de López Vázquez una perfecta biografía de Lopezvázquez, es decir, de la clase media pugnante y tiralevitas que medró en la sociedad mórbida de la dictadura, de su doble moral y su inclinación al fariseísmo por cuatro perras o un desahogo. Actuando desde el candor del ignorante o desde la picardía del taimado. Así en sus títulos clásicos, El pisito (1959), El cochecito (1960), Plácido (1961), Atraco a las tres (1962) o La gran familia (1963). "Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo", recitaba sin tomar aire mientras se afanaba en abrir paso a una nueva y adinerada clienta de curvas espectaculares. La España servil y rijosa a partes iguales, queriendo prosperar y luego teniéndoselas con las penitencias de la clase media, en comedias siempre de poso amargo o dramas de latido cómico.
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En un mismo año, ese estajanovista de la interpretación podía pasar de la modernez de Peppermint Frappé (1967) a la interpretación más ñoña del impulso del progreso social e industrial en Sor Citroën (1967), jugando, deliberadamente o no, con la doble naturaleza de una España cutre pero poseedora de un extraño impulso que le obligaba a avanzar, como si barruntase que en otras latitudes se preparaba una revolución moral que habría de cambiarlo todo, pero sobre todo, que tenía que cambiar España. Y mientras en París los hijos de la burguesía tiraban piedras contra las instituciones, aquí se exclamaba ¡Cómo está el servicio! (1968), que era otra forma de preguntarse dónde vamos a parar.
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Lopezvázquez, sublimación última del español anónimo y arribista era, faltaría más, católico, apostólico y romano, pero estaba esencialmente dispuesto al ayuntamiento carnal espontáneo y extramarital, fuera a cuenta de una turista nórdica como de una asistenta o una vecina. Incluso a volverse mujer y decente, si se terciaba y sin contradicción aparente, como en Mi querida señorita (1971). Todos los títulos de la década de los setenta de Lopezvázquez hablan de sus tribulaciones con el sexo y las costumbres: casi cincuenta películas sobre el adulterio y sus variantes en diez años. A cinco películas por año.
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Pero ni las debilidades de Lopezvázquez eran las del Marqués de Sade ni sus aspiraciones de ascenso social, desmedidas. Era como cualquiera, el pobre, y cualquiera tiene momentos de virtud, como Pajarito de Soto en La verdad sobre el caso Savolta (1980), empeñado en un periodismo redentor, aunque hubiera de costarle la vida. Y luego, encarnó al hombre atrapado por el anacronismo de pertenecer a un mundo que ya no es. Era el hijo onanista e inútil de un aristócrata arruinado en busca de subvención en Patrimonio Nacional (1981), metáfora de la colisión de la democracia, o bien el militar de la retirada en Mi general (1986).
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Por eso a España entera se le encogió la tripa cuando Antonio Mercero lo encerró en una cabina de teléfono, condenado para siempre por un capricho urbano. Con él Mercero había recluido a medio país, a todos los que, como Lopezvázquez, habían empeñado su vida en prosperar e intentar pasarlo bien de forma discreta. Hubo de contener el aliento treinta años hasta que un operario de telefonía acertó a sacarlo de la cabina. Y si con él nos liberaron aquel día, con él también morimos un poco ayer.
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[Pedro Vallín, LA VANGUARDIA, 3 de noviembre de 2009.
Imagen: José Luis López Vázquez en 2008,en: http://es.euronews.net/]
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Vocabulario:
alopecia -> caída o pérdida del pelo.
empapar -> humedecer algo o alguien para que quede enteramente penetrado de un líquido.
voluta -> figura en forma de espiral.
vivaracho, a -> muy vivo de genio; travieso, alegre.
ademán -> gesto; movimiento o actitud del cuerpo o de alguna parte suya, con que se manifiesta un afecto del ánimo.
atolondrado, a -> que procede sin reflexión; aturdido, atontado.
esquizoide -> constitución mental que predispone a la esquizofrenia; comparte alguno de los rasgos de la esquizofrenia.
tribulación -> pena, tormento, aflicción moral. Adversidad que padece una persona.
pugnante -> que pugna; contrario, opuesto, enemigo.
tiralevitas -> pelotillero; adulador. Hacer la pelota -> adular.
medrar -> crecer; mejorar de fortuna aumentando los bienes, la reputación...
mórbido, a -> que padece enfermedad o la ocasiona.
fariseísmo -> hipocresía.
perra -> expresión coloquial: moneda española de cobre o aluminio que valía céntimos de peseta.
desahogo -> alivio de la pena, trabajo o aflicción. Desembarazo, desenvoltura.
picardía -> engaño, maldad; astucia, disimulo en decir algo.
taimado, a -> astuto, disimulado y pronto en advertirlo todo.
afanar -> aquí, hacer diligencias con vehemente anhelo para conseguir algo.
rijoso, a -> pronto, dispuesto para reñir o contender.
estajanovista -> método ideado para aumentar la productividad laboral, basado en la iniciativa de los trabajadores. De A. G. Stajanov (1906-1977).
ñoño, a -> dicho de una persona: sumamente apocada, de poco ánimo o espíritu, y de corto ingenio.
cutre -> pobre, descuidado, sucio o de mala calidad.
barruntar -> prever, conjeturar o presentir por alguna señal o indicio; sospechar.
arribista -> persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos.
desmedido, a -> desproporcionado, falto de medida, que no tiene término.
tripa -> vísceras; lo interior de ciertas cosas; entrañas.
aliento -> aire que se expulsa al respirar.
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