viernes

7.1 el contexto español. actualidad en la prensa

duele la herida narcicista
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Podría decirse que Barcelona ha sido devorada por Madrid y las principales capitales de provincia. En términos simbólicos. En términos de competición. Sí, Barcelona ha sido devorada por la prosperidad española; por el turbo-crecimiento de los últimos quince años.
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Atributos que en los estertores del franquismo, en la transición y en los primeros años ochenta fueron de exclusiva propiedad barcelonesa, hoy forman parte del capital urbano de la nueva mesocracia española. Barcelona ya no es la única princesa cosmopolita de la España que un día fue atrasada.
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Madrid es hoy una ciudad furiosamente cosmopolita. Sofisticada, no, probablemente no lo será nunca; cosmopolita, sí. Madrid es hoy la ciudad más americana de Europa, con una gran dureza de fondo, pero también con una tremenda capacidad de atracción.
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Bilbao, que parecía atrapada por la herrumbre de la ría y de los altos hornos, ha sabido construirse una marca internacional. Valencia, eufórica y temeraria, también lo está logrando. Zaragoza, con grandes potencialidades logísticas, está en ello con la Expo 2008. Sevilla pudo haberlo conseguido, pero le dio pereza. El sistema de ciudades de Galicia también asoma la cabeza... En fin, la provincia española se ha redimido, como propugnaba Ortega y Gasset. Se ha redimido vampirizando a Barcelona. Copiándola. Emulándola. Tomando atenta nota del acontecimiento de 1992.
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Los Juegos Olímpicos fueron la excusa y el punto de partida de un nuevo modelo urbano basado en la explotación intensiva de la marca Barcelona como ciudad interesante para las élites urbanas de todo el mundo. Como la más genuina expresión de un cosmopolitismo europeo, mediterráneo, liberal y hedonista; sobre todo hedonista. Una combinación casi perfecta: historia, tradición, elegancia burguesa, quietud socialdemócrata, liberalidad, espacio nocturno para el aprendizaje vital y mar. Mar y sol. Una ciudad perfecta para un perfecto ideal de vida europeo que la globalización, con el consiguiente debilitamiento de las clases medias, está deshilachando. Que se lo pregunten sino a los miles de jóvenes italianos que han llegado estos últimos años a Barcelona, huyendo en tropel de la oxidación y gerontocracia de una Italia que un día fue vivaz y que ahora, si no espabila, puede acabar siendo el México del Mediterráneo.
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(...) Pues bien, en estos dieciséis años, Madrid ha despegado como gran megalópolis y la provincia española ha dado saltos de calidad. Barcelona ya no es tan diferente como creía. Lo sigue siendo en realidad: Barcelona sigue siendo la ciudad más democrática de España. Pero ya no se siente tan diferente. Se ve desdibujada en el espejo. Y ahí duele, ahí duele la herida narcicista. En eso estamos.
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[Enric Juliana, Cultura/s LA VANGUARDIA, 19 de marzo de 2008]

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