lunes

6.2 penitencia en valverde de la vera. actualidad en la red

los empalaos de valverde de la vera
(jueves santo)
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Durante la noche que va del Jueves Santo al Viernes Santo, hacia las 12 de la noche, por las calles de todo el pueblo se congregan valverdanos y forasteros, para presenciar el paso de los empalaos en su Via Crucis penitencial. Éstos transitan silenciosos, el camino entre las regueras de las empedradas y empinadas cuestas del pueblo. Tras él, un nutrido séquito de familiares, amigos y desconocidos seguirán sus pasos. Estos penitentes son hombres que en algún momento de su vida hicieron la promesa de vestirse de empalao; en el caso de los más jóvenes esto representa en ocasiones una dura prueba, y un sin vivir para las madres.
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Una vez ha llegado el Jueves Santo, a una hora determinada por el penitente, éste se reúne en una casa particular, con un conjunto de hombres de confianza para él y de gran experiencia a la hora de vestir a penitentes como empalaos. Sus conocimientos son de vital importancia, ya que de ello dependerá que la soga que se le enrolla y otros elementos que porta, no inflijan graves daños en la piel desnuda del empalao.
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Al penitente, que se presenta desnudo y descalzo ante estos hombres, se le pone la primera de las prendas, una saya blanca, ajustada a la cintura que oculta sus vergüenzas. Hecho esto, el empalao flexiona los brazos sobre la cabeza y comienza la parte más importante del largo proceso: liar una basta soga alrededor del pecho. Vuelta a vuelta hasta casi las axilas, intentando no pellizcar la carne del empalao ni dejar espacios, ya que esto supondría la aparición de hematomas y rozaduras por el movimiento y la presión ejercida tras todo el Via Crucis.
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Una vez cubierto el tórax el penitente pone los brazos en cruz, y sobre los hombros se le pone un madero (antiguamente era el madero de un timón de arado) que será sujeto a los brazos del empalao con la misma soga hasta las manos. Hecho esto, mientras unos hombres terminan las ataduras de las manos, otros fijan en la espalda dos grandes espadas cruzadas. Le cubren la cara con un velo blanco, y le colocan sobre la cabeza una corona de espinas.
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A estas alturas, lo único que falta es anclar a la altura de los codos, tres vilortas de hierro de los arados, las cuales, cuando estén en movimiento producirán un tintineo que acompañará al empalao durante las diferentes estaciones del Via Crucis.
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Una vez terminado el Via Crucis, el empalao retorna al lugar donde fué vestido, para ahora ser desnudado. Las hábiles manos de los hombres le quitan sin tiempo que esperar al ya fatigado empalao, las vilortas y las espadas para desliar rápidamente la soga que cubre brazos y pecho. Cuando el penitente está libre de la soga, se le revisa la piel y se le dan friegas con alcohol de romero para activarle la circulación de la sangre. Éstos son los empalaos, y ésta es la sorprendente y ancestral Semana Santa de Valverde de la Vera.
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[extraído de http://www.valverdedelavera.com/, página inactiva]

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