TGV, TAV, TVA, AVE, AGV, etc.
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Con permiso de los publicistas de Volkswagen, que hace unos pocos años nos volvían a sorprender gratamente con el anuncio del Golf GTI y la sucesión de tres siglas, el título de este articulo quiere evocar la evolución de los trenes de alta velocidad que en el mundo han sido. En cambio, a diferencia de la progresión tecnológica del GTI (ABS, ESP, EBV, ASR, EDS..., etc.), en el caso de los trenes el cambio de siglas se debe más a razones lingüístico-ideológicas. Al menos visto desde Catalunya.
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La primera noticia de los trenes ultrarrápidos nos llegó desde Japón. Ya en los años cuarenta, en plena guerra mundial, algunos convoyes nipones alcanzaron los 200 km/h. Y desde entonces todo ha sido a más. Aquí los conocíamos como trenes bala, sobrenombre que le pusieron los propios japoneses a lo que, en puridad, habían bautizado como superexpresos.
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Como en el Viejo Continente los primeros en popularizar el invento fueron los franceses, el deslumbramiento producido por el Train à Grande Vitesse provocó que los admirados peninsulares adoptáramos las siglas francesas como lexicalización del invento. A partir de aquel momento, pues, todo tren que corriera algo más de la cuenta pasó a ser un TGV.
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Pero como eso de "gran velocidad" era una traducción algo irregular, se buscó y se encontró el TAV, tren de alta velocidad, expresión válida y genuina tanto en castellano como en catalán. La sigla gustó tanto, que cuando se dispuso la línea de Euromed en la costa mediterranea, de Alicante a Barcelona, como eran convoyes rápidos pero no tanto como los franceses y aprovechaban las vías ya existentes, a estos se les llamo "de velocidad alta": TVA. Aunque es dificil de demostrar, entre "alta velocidad" y "velocidad alta" existe un matiz semántico que distingue ambos conceptos.
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Ante tanto desbarajuste de siglas, España acabó dando nombre propio a su tren veloz. Amantes como somos de la metáfora, al tren que no corría sino volaba, como un pájaro, ¿que mejor nombre que el de AVE? Término que nace de las siglas de Alta Velocidad Española.
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Con nuestro flamante AVE andaluz -un primer tramo que sólo se puede entender a partir de las mentalidades que disponen en su cerebro de la neurona Km 0, es decir, Madrid, el centro del mundo-, ya no habría que preocuparse más del nombre. AVE y punto. El nacionalismo español elevado a la categoría de tren. Pero claro, el nacionalismo catalán también tuvo algo que decir: "abans francesos que espanyols" ["antes franceses que españoles"], debió de pensar más de uno, por lo que algunos medios de comunicación sigue llamando TGV al TAV para no llamarle AVE.
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Lástima que ahora los franceses tengan preparada la segunda generación de sus trenes de alta velocidad, de la empresa Alstom. Se llamarán AGV, siglas que corresponden a Automotrice Grande Vitesse, con lo que finiquitan el TGV y dejan a los francófilos de este lado de los Pirineos con tres palmos de narices.
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Mientras, en Argentina, a la nueva red de alta velocidad la quieren llamar con el acrónimo Cobra, porque unirá las ciudades de Córdoba, Buenos Aires y Rosario.
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Ya lo ven: "Cada terra fa sa guerra" ["cada cual va a su antojo"]. Claro que si de entrada hubiéramos otorgado a esos trenes veloces un nombre popular o, al menos, lógico, como superexpresos, ultrarrápidos o el original tren bala, no habríamos vuelto a confundir la gimnasia con la magnesia.
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[Magí Camps, LA VANGUARDIA, 20 de febrero de 2008.