domingo

122.2 estaciones del mundo. damasco. actualidad en la red (y 2)

 
 
Se organizó una suscripción pública en tierras del Islam, para financiar su construcción. En la misma época se realizó la obra del tren entre Berlín y Bagdad. Estas redes ferroviarias estaban conectadas y aspiraban a fortalecer la autoridad del sultán sobre sus provincias árabes, proteger el Haj o peregrinación y defenderse de la invasión británica.
 
El tren del Hijaz -nombre de la región saudí de las dos santas ciudades musulmanas- fue utilizado por la Sublime Puerta para trasladar sus tropas, acarrear sus armas con el objetivo de aplastar la rebelión de los nacionalistas árabes, alentados por Gran Bretaña y Francia contra su gobierno.
 
El legendario Lawrence de Arabia, mítico agente imperial británico, se hizo famoso capitaneando asaltos armados, como el de Deraa, donde el año pasado comenzó el levantamiento contra el régimen baasista, a este tren, cuando combatía codo con codo, junto al Cherif de La Meca y sus mesnadas empeñadas en derrocar el poder del sultán. En muchas de aquellas cintas cinematográficas como Lawrence de Arabia de 1962, fueron recreadas aquellas luchas cuerpo a cuerpo entre soldados otomanos y tribus beduinas.
 
Las guerras interminables y, sobre todo, la fundación del estado de Israel en 1948 dieron la puntilla a algunas de estas líneas férreas, como la que orillaba el levante mediterráneo atravesando Beirut, con dirección a Haifa, de la que no quedan ni los travesaños.
 
El tren del Hijaz, su estación damascena, tuvieron un aliento de vida cuando en 1999, gracias a una convergencia política de los gobiernos de Siria y Jordania, volvió a ponerse en circulación su tramo de ferrocarril entre Damasco y Amman. Doscientos veinticinco kilómetros que se recorrían en seis horas. Sus gobernantes esperaban que este tren reforzase los desplazamientos de sus habitantes y el comercio. Empezó entonces con varios viajes semanales, pero ya hace tiempo que nadie oye silbar sus locomotoras a través de los paisajes.
 
Su resurrección fue muy efímera y la bella estación que me recuerda las de Estambul y Bagdad, construidas durante el Imperio otomano, ha vuelto a ser un vacío y no declarado museo en medio de esta ciudad monumental.
 
En estos meses de guerra, sin extranjeros ni turistas, fotografiar su fachada, la vieja máquina de vapor, de un tren que el tiempo se llevó, dispuesta cabe a la porticada entrada, despierta simpatías de los damascenos. La pequeña estación del Hijaz está triste como toda la capital.
 
(Tomás Alcoverro, LA VANGUARDIA,
imagen en:  http://www.minube.com/)

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